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México, un sentimiento que solo la poesía entiende; una patria que respira

Francisco Vázquez Salazar, reflexiona sobre ese profundo sentimiento que se presenta cuando se menciona el país entrañable que es México.

México, una canción, un poema.

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La Patria. (Pausa). Respiro que suspira. Un profundo sentimiento se presenta cuando se menciona el país entrañable que es México. Una canción, un poema, un lienzo, un paisaje, una escena, una danza, una fotografía, un monumento, intentos humanos apenas suficientes para acodarse ante ella.

México vive una transformación histórica que, para pensarse de manera gráfica, deja ver los pliegues de montañas y llanuras, los desiertos y selvas, los humedales y manglares, los ríos y mares, en una multitud de rostros que se encuentran en un mismo punto de destino.

La búsqueda del mexicano y lo mexicano, planteada sucesivamente por Octavio Paz (El laberinto de la soledad) y Carlos Fuentes (El espejo enterrado) puede comenzar a tener un sendero desenredado. Y esto, porque los sitios de partida han surgido desde abajo, el pueblo, piso firme donde ha estado siempre el calor de la nación y cierta sabiduría. ¿Topará está búsqueda en el denominado “Humanismo mexicano”?

Un territorio mosaico inacabable: ojos negros y alazanes, lenguas floridas, ritmos norteños y tropicales, acentos diversos, cocinas variadas, tradiciones que llevan al sentimiento de la  veneración. Con pecho abierto, como montado en un tren de esos que se están recientemente inaugurando, se antoja que el cabello se alborote paseando por estos caminos nacionales.

Difícil capturar a México desde la lógica de las proposiciones.

Mejor, un vuelo de aproximación desde la poesía:

Que no nos falte

Que no nos falte el maíz,

el frijol negro con su barro,

la mañana fría que entumece a la hierba.

 

Los sábados frente a la lumbre matutina,

el perro sibilante y el gato como un ocho trepado en la banca,

la calle llena de enjundia,

los gritos del quesero, el mielero, el pescador, la que dice:

“¡Qué va a comprar, qué va a comprar, cómpreme algo!”.

La risa de todos en línea vertical con el sol troquelado

por largas ramas de árboles viejos que no dejan de amarnos.

 

El paso ligero de los niños hacia el edificio de su día,

el paso pacífico de las señoras bajo sombreros que son su casa,

el paso vigoroso de los que van y vienen en el columpio del tiempo.

 

La mano amorosa de quien acaricia con el alma,

la plática que se confunde con el vapor del tamal,

el café con piloncillo que sabe a pueblo y a lumbre,

los viejos que miran el mar de gente con ojos de agua.

 

El vecindario, la calle, la silla en el patio de la colonia.

la bandera recién mojada, tras la furia de una noche

que nos deja amanecer y formarnos para el abrazo.

 

La tragedia que siempre somos convertida en nuestra salvación.

 

El silencio va quedando en los muros de lo nuestro,

nos acoge en la casa que es la plaza de la vida.

 

(En Dejar Octubre, Francisco Vázquez Salazar, 2023)

Ahora sí:

¡Viva México!

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