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Más allá del nombramiento de Simón Quiños Orozco como nuevo secretario de Turismo del Gobierno del Estado y de que, éste provenga de la iniciativa privada, concretamente del grupo financiero del empresario Juan Antonio Hernández, lo que debemos entender los acapulqueños, es que no podemos seguir viviendo del “turismo de la nostalgia”.
El Jet Set de Acapulco, ese turismo de lujo y glamour inolvidable se agotó hace más de 50 años y los acapulqueños seguimos sin poder aceptarlo de todo y no dimensionamos que toda la época dorada del gran turismo en Acapulco se dio en el contexto del término de la Segunda Guerra Mundial y la Revolución Cubana de 1959.
En ese entonces Hawái y Cuba eran los “paraísos turísticos” de los soldados que participaron en la Segunda Guerra y los destinos predilectos de las estrellas hollywoodense, en pleno auge dentro del mismo contexto.
Así, Acapulco se convirtió en el tercer paraíso turístico principalmente para Estados Unidos, por eso fue que Acapulco recibió a los principales políticos y estrellas hollywoodense, aunado al auge de la Época de Oro del Cine Mexicano, pero al superar las diferencias de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, los destinos se movieron y el destino turístico de Acapulco también.
A partir de la década de los 80´s, último auge del turismo en Acapulco, tanto los turisteros como los políticos de Guerrero marcaron la narrativa de la nostalgia como un fin a recuperar, negándose a ver las nuevas realidades, no solo de Acapulco sino de México y el mundo.
Dentro de estas nuevas realidades y líneas de venta de destinos turísticos, hay algo que, ni el sector turismo, ni el gobierno han querido ver: el tratar a Acapulco como puerto tropical, esa es su riqueza y eso es que se puede ofrecer como destino tradicional de playa.
Pero todas las construcciones de la franja costera no tienen este sentido de pertenencia e identidad de un puerto tropical, al contrario, tal parece que la intención es ocultar su propia naturaleza de ser tropical.
Imaginar a Acapulco como un destino netamente tropical, que las nuevas construcciones y/o las remodelaciones que se harán como parte de la reconstrucción del Otis, tengan el sentido de visibilizar la arquitectura y el ser tropical, que huela a trópico, que se mire trópico, que se baile trópico, que se como trópico, que sus grandes festivales sean trópico.
Esa podría ser una ruta interesante de recuperación y de relanzamiento del puerto de Acapulco tropical. Volver a la naturaleza de su origen y no lamentar la “nostalgia turística” que Acapulco tuvo el siglo pasado, porque la historia nunca se repite dos veces.