Skip to content

Zedillo vs. Sheinbaum: la disputa por el relato democrático y un país que no termina de definirse

El expresidente advierte un regreso al autoritarismo; la mandataria se proclama heredera del pueblo.

Zedillo y la nostalgia del orden institucional.

Table of Contents

Ciudad de México.- El choque entre Ernesto Zedillo y Claudia Sheinbaum no es solo un intercambio de declaraciones: es una pugna por la narrativa de la democracia mexicana. Mientras el expresidente denuncia que el proyecto de Morena ha erosionado las instituciones y la división de poderes, la mandataria sostiene que el país vive una etapa inédita de libertades y participación popular.

La confrontación, más que personal, simboliza el conflicto de dos modelos políticos: el institucionalismo liberal de la transición de los noventa contra el populismo legitimado por las urnas del siglo XXI. Ambos invocan la democracia, pero hablan de cosas distintas.


Zedillo y la nostalgia del orden institucional

Desde el exilio académico, Zedillo encarna la voz de quienes conciben la democracia como un sistema de límites al poder. En su entrevista con El Mundo, el exmandatario acusa al actual gobierno de “destruir los pilares de la democracia mexicana” y de copiar “lo peor del viejo PRI”.

Sus palabras, cargadas de diagnóstico y resentimiento, dibujan a Morena como un nuevo partido hegemónico, sostenido por la militarización, la captura de las instituciones y la eliminación de los contrapesos. Al calificar la elección de jueces como “una farsa autocrática”, Zedillo recupera la idea de que las formas democráticas pueden vaciarse de contenido cuando el poder no acepta límites.

Pero su crítica, por lúcida que parezca, no está libre de sombras. El propio Zedillo fue el último presidente de la larga hegemonía priista y, aunque promovió reformas electorales y una apertura económica, su sexenio también dejó el sabor amargo del Fobaproa, la represión en Acteal y el inicio del modelo tecnocrático que divorció al poder del pueblo.
Su defensa actual del Estado de derecho suena, para muchos, como una lección de moral dictada desde la distancia.


Sheinbaum y la democracia del pueblo

Desde Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum responde desde otro frente. Rechaza la acusación de autoritarismo y afirma que México vive “el mejor momento de su democracia y de su libertad”.
La presidenta reivindica los casi 60% de votos obtenidos en 2024 como prueba de legitimidad popular. “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, citó de Lincoln, apropiándose del discurso que ha sostenido al movimiento desde López Obrador.

Sheinbaum defiende un modelo donde la voluntad popular sustituye a las viejas élites tecnocráticas. En su visión, la legitimidad no se mide por el número de contrapesos sino por la confianza del pueblo en su gobierno. Por eso reivindica la transparencia, la participación y la libertad de expresión como logros inéditos —aunque, en la práctica, el país enfrenta un debilitamiento de los órganos autónomos, un creciente poder militar y hostigamiento judicial a críticos y periodistas.

Su narrativa democrática no oculta una paradoja: el discurso de la “democracia popular” se ha convertido en la justificación retórica de la concentración del poder. Lo que Zedillo llama autoritarismo institucional, Sheinbaum lo presenta como la profundización del mandato popular.


Dos visiones, un mismo dilema

El debate entre Zedillo y Sheinbaum no gira en torno a la existencia o no de democracia, sino a quién tiene derecho a definirla. Para el primero, es el conjunto de reglas, instituciones y límites que garantizan libertad y competencia. Para la segunda, es la expresión directa del pueblo soberano en las urnas.

Ambas visiones son incompletas. La democracia mexicana nació de una transición pactada, pero hoy se enfrenta a su propia erosión: la legitimidad electoral se usa como cheque en blanco, y la institucionalidad formal ya no asegura rendición de cuentas.
El país oscila entre la nostalgia del pasado y la fe en el pueblo; entre la tecnocracia que excluyó y el populismo que uniforma.

En el fondo, Zedillo y Sheinbaum pelean por el relato, pero no necesariamente por el mismo país. Uno teme perder la república; la otra busca refundarla a su imagen. Entre ambos, la democracia mexicana sigue siendo lo que siempre fue: una promesa frágil en manos del poder

Latest