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Yo no me llamo Xavier… menos Villaurrutia, un premio mexicano

El término “excelencia literaria” es una expresión muy cuestionable, incluso a veces hasta denigrante, excluyente y discriminatoria.

El Premio Villaurrutia, un vetusto monumento al centralismo literario de México.

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El Premio Xavier Villaurrutia es otro de esos vetustos monumentos al centralismo literario de México. Cada año el gobierno convoca a escritores y escritoras del país a participar en una convocatoria nacional donde las cartas están marcadas por las cofradías amistosas, las relaciones públicas, las “afinidades estéticas y electivas”, de jurados mediocres que en sus fallos expresan la fragilidad crítica de la literatura mexicana, son fallos donde redunda la tontería, el entusiasmo afín, y la pertenencia a cierta segmento privilegiado de eso que malamente se llama la literatura nacional pero que invisibiliza al resto del país.

El premio Villaurrutia padece una enfermedad de nacimiento. Fue creado en 1955 por “el crítico” literario Francisco Zendejas, para honrar a Alfonso Reyes pero luego, por alguna razón no explicada razonablemente, se decidió por Xavier Villaurrutia.  Zendejas fue un economista que prefirió escribir poesía bastante malona, por no decir mediocre, cuento, novela, teatro y ensayo, y no sólo eso, también hizo “crítica literaria” durante 50 años en el periódico Excelsior. Escribió una novela que desde el título ya es pésima: El amor ideológico. En resumen, Zendejas fue un escritor maleta pero un gran entusiasta y promotor de la literatura.

El Premio es otorgado -dice la publicidad oficial- a autores con “excelencia literaria” en cualquier género. Sin embargo, el término “excelencia literaria” es una expresión muy cuestionable, incluso a veces hasta denigrante, excluyente y discriminatoria, porque digamos: “El Turno del aullante”, de Jorge Max Rojas, es un libro de poesía editado en 1971, ¿pero acaso no es un libro de excelencia solo porque no fue elegido por el jurado del Villaurrutia en ese año? En 1971 se premió el libro de cuentos anodino de Carlos Montemayor, “Las llaves de Urgell” del que hoy nadie habla ni tiene memoria; pero en cambio, Max Rojas se ha convertido en un autor de culto entre los jóvenes los hoy día. “El turno del aullante”, libro de un poeta no de “excelencia literaria”, es incluso superior, estéticamente que ese libro premiado y sobrevalorado por esos efusivos acríticos de las tendencias, titulado: “El Tigre en la casa”, de Eduardo Lizalde, premiado por el Villaurrutia en 1970. Poemas  facilones sobre temas ordinarios con ritmo coquetón, donde no hay nada realmente extraordinario; un librito de autoconsumo endogámico, referencial y perecedero, ¿por qué perecedero? Porque los poemas del “El Tigre en la casa” han envejecido para los lectores de este tiempo, y no es el caso de Max Rojas quien sigue siendo joven todo el tiempo.

El primer galardonado del Villaurrutia fue Juan Rulfo en 1955, por la novela Pedro Páramo. No hay duda de que la decisión fue acertada, luego siguieron nombres harto conocidos por todos como: Octavio Paz, cuya obra premiada, paradójicamente, no fue su poesía sino los ensayos poco eficientes de “El arco y la lira”; luego Josefina Vicens por la novela “El libro vacío”; Marco Antonio Montes de Oca, por “Delante de la luz cantan los pájaros” (poesía); Rosario Castellanos  por “Ciudad Real” (cuentos); Elena Garro por “Los recuerdos del porvenir” (novela); Juan José Arreola por “La feria” (novela); Homero Aridjis, por “Mirándola dormir” (poesía); Salvador Elizondo  por “Farabeuf o la crónica de un instante” (novela); Fernando del Paso, por “José Trigo” (novela); y el gran José Revueltas, por su trayectoria.

En los últimos diez años de este premio, es decir, de 2014 a 2023, se han premiado seis novelas, tres ensayos y un libro de poesía. En la lista de beneficiados aparecen:

2014

Álvaro Uribe

Autorretrato de familia con perro (novela)

2015

Jorge Aguilar Mora

Sueños de la razón, 1799 y 1800. Umbrales del siglo XIX (ensayo)

2016

Alberto Blanco

El canto y el vuelo (ensayo)

2017

David Toscana

Olegaroy (novela)​

2018

Fabio Morábito

El lector a domicilio (novela)

2019

Enrique Serna

El vendedor de silencio (novela)

2020

Malva Flores

Estrella de dos puntas (ensayo)

2021

Cristina Rivera Garza

El invencible verano de Liliana (novela)

2022

Gonzalo Celorio Blasco

Mentideros de la memoria (novela)

2023

Christian Peña

Quirón (poesía)

 La desproporción es más que evidente, pero se repite lo mismo a lo largo del tiempo, es paradigmático que el premio que lleva el nombre de un gran poeta, premie más novela y cuento que poesía.

Un ejemplo ejemplar

El año pasado 2024, un jurado compuesto por Eloy Urroz, Sol Ceh Moo y Tanya Huntington, decidió otorgar el premio Villaurrutia al libro “Quirón”, de Christian Peña. La valoración “crítica” del jurado fue que consideró que “el autor conjuga diversos elementos que interactúan entre sí para crear una constelación poética que exhorta a redefinir la relación entre el pasado y el presente del poeta, como hijo y como padre. También explora temas como el amor, la muerte, la identidad, la moralidad y la naturaleza del ser humano”. 

O sea, dicen: “el autor juega con diversos elementos”, ¿cómo cuales serían eso elementos?: ¿aire, fuego, agua, etc? Porque en la valoración que hacen estos excelsos escritores que juzgan la ‘excelencia literaria’ no los menciona; tampoco explican qué significa eso de “constelación poética que exhorta”; ¿qué diablos es una constelación poética que exhorta? ¿Cómo puede una constelación exhortar? ¿A quién exhorta? ¿Por qué la constelación poética tiene que exhortar a redefinir el pasado y el presente? ¿Cómo es que la ‘poesía mexicana’ llegó a ser tan limitada?

Sobre este libro donde abundan frases comunes, glosas y préstamos, no hay un solo verso memorable, con memorable se quiere un decir una frase o verso que dé algo trascendente en qué pensar, no solo referencias inmediatas, remembranzas simplonas a una dudosa historia personal. Peña dijo que su libro aborda la figura mitológica del centauro y se compone de dos partes tituladas “Mitad hombre” y “Mitad caballo” (o sea woow), respectivamente, pero este libro más que agregar una inédita percepción, empobrece y trivializa la mítica del Centauro. El autor premiado en 2024 con el Villaurrutia, ha corrido con la suerte de que en México los jurados o críticos, para evaluar una obra poemática, lo hagan invocando “constelaciones poéticas” que exhortan a raros elementos no explicados.

Para rematar, habría que decir que el recurso de la poliestructura que utiliza Peña, ni siquiera es una construcción propia, ha usurpado la estructura narratológica desarrollada por poetas de una generación anterior que durante años han experimentado con poliformismos narrativos donde se mezclan las viñetas, la serialización, la virtualización, la dislocación sintáctica, y géneros como el teatro, la novela, el ensayo, la filosofía, la historia, el periodismo, etc. La obra poética de Cristián Peña es tan original como pueden ser “las constelaciones poéticas” que evocan quién sabe qué nebulosas y centauros como si fueran esas figuritas de “Los caballeros del Zodiaco”.  Y sobre los temas que dice el jurado que explora: “el amor, la muerte, la identidad, la moralidad y la naturaleza del ser humano”, no hay en ese libro premiado como de ‘excelencia’, ningún tratamiento que agregue una ‘visión’ original sobre estos complejos asuntos axiológicos, a no ser que el jurado esté hablando de otro libro.  Por el lado de la originalidad estructural, solo resta decir que lo escribió –dice- en dos secciones.

La mayor parte de los libros de poemas que últimamente se publican en México son pésimos, pero eso no quiere decir que no sean poemas. Si la poesía es algo que intenta estar alejada de toda falsa pretensión, dado que el poema es acontecimiento de lo impensado, la mayor parte de los libros no lo logra. Son chacaleros y oportunistas. Parasitean de la andrajancia social que supone que los temas del activismo y el ideologismo son verdaderos actos de la inteligencia, y hay jurados entusiastas que confunden la poesía con la comunicación, y otros que creen que aún se producen “obras clásicas” porque “está nutrida de muchos tiempos”, como dijo la exdirectora general del Inbal, Lucina Jiménez López, cuando en la ceremonia donde se otorgó el Premio “Xavier Villaurrutia” de Escritores para Escritores 2024, afirmó que la obra de Christian Peña -Quirón- está llamada a ser una de las clásicas de la poesía mexicana”, porque está nutrida de muchos tiempos: míticos, contemporáneos y de tiempos que todavía no podemos prefigurar. ¡Válgame la santa gallina!

Referencias:

https://inba.gob.mx/prensa/20065/christian-pena-con-su-obra-quiron-gana-el-premio-xavier-villaurrutia-de-escritores-para-escritores-2023.

https://www.gob.mx/cultura/prensa/quiron-obra-ganadora-del-premio-xavier-villaurrutia-sera-una-obra-clasica-en-la-poesia-contemporanea-de-mexico

https://es.wikipedia.org/wiki/Premio_Xavier_Villaurrutia

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