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Washington, en modo bipolar: Trump amenaza misiles y Rubio reparte calmantes

Trump, en una rueda de prensa en el Despacho Oval, abrió la puerta a la posibilidad de lanzar ataques en territorio mexicano para frenar el narcotráfico.

La esquizofrenia del poder.

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Washington D. C.- La estrategia exterior de Estados Unidos hacia México volvió a exhibir este lunes su fractura interna. Mientras el presidente Donald Trump agitaba de nuevo el fantasma de ataques armados contra los cárteles mexicanos —una amenaza tan recurrente como políticamente rentable para su electorado—, su secretario de Estado, Marco Rubio, se apresuraba a tranquilizar los ánimos descartando cualquier intervención militar unilateral. La pregunta se impone sola: ¿quién gobierna realmente la política exterior estadounidense, el presidente o quienes intentan contener sus arranques?

Trump, en una rueda de prensa en el Despacho Oval, abrió la puerta a la posibilidad de lanzar ataques en territorio mexicano para frenar el narcotráfico. “¿Autorizaría el lanzamiento de ataques en México para frenar las drogas? Por mí está bien”, dijo, antes de matizar que no necesariamente lo hará, aunque “estaría orgulloso” de ello. El presidente insistió en que “no está contento con México” y que el Gobierno de Claudia Sheinbaum conoce bien su postura. Es un giro brusco, casi caprichoso, tras meses de elogios a la cooperación bilateral.

Las declaraciones se producen en medio de la llamada Operación Lanza del Sur, una ofensiva estadounidense que ha escalado las tensiones regionales, especialmente con Venezuela, donde Washington tampoco descarta una intervención militar. Desde septiembre, el Ejército estadounidense ha destruido embarcaciones en aguas cercanas a Venezuela y Colombia, matando extrajudicialmente a más de 70 personas catalogadas como “narcoterroristas”. Un escenario incendiario al que el presidente añade combustible con cada frase altisonante.

Horas después, Marco Rubio, encargado oficial de moldear la diplomacia estadounidense, apareció para apagar el fuego que su propio jefe había encendido. En un mensaje difundido por la Embajada de EE. UU. en México, fue tajante: “No vamos a tomar acción unilateral ni entrar y enviar fuerzas estadounidenses a México”. Según Rubio, cualquier cooperación militar solo ocurrirá si México la solicita expresamente. Un desmentido directo —aunque cuidadosamente envuelto en cortesías diplomáticas— a la retórica belicista del presidente.

El contraste no podría ser más evidente: Trump exhibe músculo y amenaza con misiles; Rubio opta por el manual básico de la diplomacia. Uno habla de orgullo al bombardear; el otro de colaboración, inteligencia compartida y asistencia técnica. Entre ambos queda en evidencia una Casa Blanca que, lejos de ofrecer una política coherente hacia su principal socio regional, lanza señales cruzadas que generan más incertidumbre que soluciones.

La pregunta final no es solo a quién creer, sino qué implica esta disonancia para México y para la región. Porque si algo muestran estas declaraciones contradictorias es que, en Washington, la política exterior parece depender menos de una estrategia sólida que del humor del día en el Despacho Oval.

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