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Las aguas frente a las costas de Acapulco registran temperaturas cercanas a los 31 grados centígrados a profundidades de hasta 25 metros, un umbral que amenaza con provocar el blanqueamiento masivo de los corales y que, según expertos, podría favorecer la formación de huracanes intensos como Otis, que devastó la región en 2023. Juan Barnard Ávila, biólogo marino y doctorante en Ciencias Ambientales, alertó que, bajo estas condiciones, los arrecifes de coral locales tardarían entre 200 y 300 años en regenerarse de forma natural, siempre que se eliminen presiones como la contaminación y el calentamiento global.
Los datos recabados por Barnard Ávila y su equipo —integrado por investigadores como Alfredo Zárate, Max Reyes Umaña y Mirella Saldaña Almazán— revelan que, entre el 25 y el 31 de mayo, la temperatura promedio en aguas profundas fue de 30 grados, con picos de 30.67. Estas cifras se aproximan a los 31 grados registrados antes del impacto de Otis, huracán categoría 5 que se intensificó en cuestión de horas debido, en parte, a las altas temperaturas oceánicas.
El monitoreo realizado por el proyecto Guardianes del Coral muestra que especies como Pavona presentan una recuperación mínima, de apenas 0.1 a 0.5%, mientras que otras, como el ripio coralino, no muestran cambios significativos. Barnard Ávila destacó que solo se han detectado dos colonias nuevas en zonas donde antes no existían, lo que evidencia la lentitud del proceso de regeneración. "No me alcanzará la vida para ver su recuperación", admitió el biólogo, quien subrayó la necesidad de documentar estos cambios para impulsar acciones de conservación.
El aumento sostenido de la temperatura en la columna de agua —desde la superficie hasta los 27 metros de profundidad— preocupa a los científicos no solo por su impacto en los ecosistemas, sino también por su potencial para generar ciclones tropicales. Barnard Ávila recordó que fenómenos como el huracán Manuel (2013) se formaron con temperaturas de 29 grados, mientras que ahora se registran hasta 30.88 grados a 15 metros. "Si sigue ascendiendo, debemos prepararnos", advirtió, aunque pidió evitar el alarmismo y basarse en información oficial.
La red de monitoreo, que opera con sensores submarinos en el canal de Boca Chica —zona representativa por el flujo de aguas oceánicas—, ha detectado un patrón preocupante: la ausencia de capas frías en el fondo marino, lo que elimina una barrera natural para la intensificación de huracanes. Los datos se comparten con la Dirección de Meteorología del Estado de Guerrero para mejorar los pronósticos durante la temporada de ciclones.
Barnard Ávila enfatizó que su labor no es predecir huracanes, sino aportar datos para modelos meteorológicos. Invitó a la población a seguir fuentes confiables y apoyar iniciativas como Guardianes del Coral, que combina investigación científica con participación comunitaria. "El calentamiento del mar es un problema global, pero sus efectos son locales", concluyó, refiriéndose a la vulnerabilidad de Acapulco ante un clima cada vez más extremo.
Mientras tanto, los sensores seguirán midiendo las temperaturas semanalmente, en un esfuerzo por entender y mitigar los riesgos que enfrentan tanto los corales como las comunidades costeras.