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Por: Eduardo Serna.
Opinión.- La Cuarta Transformación, ahora bajo el gobierno de Claudia Sheinbaum, acaba de conectar un golpe directo a sus detractores: 13.4 millones de mexicanos salieron de la pobreza. La cifra, fría y contundente, viene del INEGI y cubre el periodo 2018-2024. Para quienes durante años auguraron el desastre económico y el fracaso del proyecto de nación impulsado por el humanismo mexicano, este dato es una bofetada. Y sí, hay que reconocerlo, ver cómo les duele a los catastrofistas, se disfruta. Muchos de ellos son los mismos círculos que hoy critican y quieren desacreditar al INEGI. Sobre todo cuando el golpe no es retórico, sino real, medido y verificable.
Pero no podemos quedarnos solo en el nocaut. El INEGI no es un arma para ganar debates. Es una herramienta fundamental para entender al país. Sus datos no solo sirven para callar bocas, sino para dibujar un mapa certero de lo que somos, de dónde estamos y hacia dónde debemos ir. Y en ese mapa, hay zonas oscuras que no podemos ignorar.
Sí, la pobreza bajó. Pero el 34.2% de los mexicanos no tiene acceso a ningún servicio de salud. Hablamos de atención básica, de medicamentos, de clínicas abiertas. Y más grave aún: el 48.2% de la población carece de seguridad social. Traducción: 62.7 millones de personas en el país no tienen pensión por trabajo, no cuentan con protección ante la enfermedad o el desempleo, y no acceden a vivienda subsidiada. Eso no es un dato secundario, es una bomba de tiempo social. Es un rezago importante provocado por las políticas neoliberales del pasado pero que todavía intoxican al país. Falta limpiar los sindicatos, y regresar muchos derechos laborales que se le extirparon al pueblo.
La pobreza media nacional es del 29.6%. No suena tan mal, hasta que la desglosas por estados. Chiapas, por ejemplo, tiene al 66% de su gente viviendo en pobreza, Guerrero y Oaxaca no se quedan atrás, más de la mitad de sus habitantes también están en esa condición. Y no es un accidente. Chiapas fue gobernado por Rutilio Escandón Cadenas, hoy cónsul en Miami, gracias al respaldo de Morena y el Partido Verde. Que un estado bajo la conducción de un partido que dice encarnar el cambio termine con dos de cada tres personas en pobreza debería encender todas las alarmas en la dirigencia nacional, lo mismo aplica para Guerrero y Oaxaca, también gobernados por Morena. Si los gobiernos estatales en el poder no logran revertir el rezago, algo está fallando. Y no es la economía nacional, es la política concreta y sus representantes locales, la gestión, la capacidad de ejecución.
Y hay otro frente olvidado: el campo. El 45.8% de la población rural vive en pobreza. Casi la mitad de los campesinos del país. A pesar de los programas sociales, millones siguen sin condiciones mínimas de vida, hay muchos recursos canalizados desde la federación, algo pasa entonces en los estados, que dichos recursos y apoyos no se ven reflejados, es algo para revisar seriamente.
Por importantes que sean los apoyos y programas sociales, no son el motor principal contra la pobreza. El INEGI lo dice claro: representan apenas el 23.9% del ingreso familiar destinado a la canasta básica. El verdadero motor, el que mueve la aguja, es el trabajo. El 58.5% del ingreso de las familias proviene del salario, del esfuerzo diario de la clase obrera y trabajadora, no fueron las tarjetas, ni los apoyos, lo que sacó a millones de la pobreza, fue el trabajo mejor remunerado, los aumentos al salario mínimo de 2018 a 2024 equivale a un 137%, y en el país se ve reflejado en el combate frontal a la pobreza. Entonces, basta ya de estigmatizar a quienes reciben apoyos como si fueran mendigos a cambio de votos. Los números no mienten. Y los números dicen que la clase trabajadora sigue siendo la columna vertebral del país.
El nocaut fue contundente. Pero el combate sigue. Celebramos la victoria parcial, pero no nos embriaguemos con ella. Hay hospitales sin médicos, hay campos sin caminos, hay trabajadores sin pensión, hay jóvenes sin futuro y hay estados claramente mal gobernados. Los datos no están para presumirlos en redes sociales, están para actuar en consecuencia. Y si de verdad queremos una continuidad en la transformación, toca corregir el rumbo, repensar las estrategias y sobre todo, elegir bien a quienes llevarán la responsabilidad de luchar contra la pobreza desde los estados y municipios, es ahí donde se debe dar la batalla. Sigamos reflexionando.