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La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Chilpancingo, Guerrero, dejó en claro que las viejas y humillantes formas del acarreo y la coacción, tan criticadas al PRI, siguen vigentes en el gobierno humanista de la Cuarta Transformación.
La visita presidencial se convirtió en una puesta en escena polarizada, marcada por un masivo acarreo político y un persistente eco de protestas sociales. Lo que se quiso presentar como un "baño de pueblo" fue, en realidad, un evento donde el apoyo oficialista intentó sofocar las voces disidentes, mostrando un claro contraste entre el discurso de la "transformación" y las prácticas de antaño.
El acarreo no es humanismo
La columna vertebral del evento fue la movilización de 7 mil a 8 mil estudiantes y trabajadores de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), orquestada por su rector, Javier Saldaña Almazán. Saldaña, un ex-priista ahora promotor de Morena, no solo lideró la marcha, sino que también justificó el traslado masivo afirmando que los universitarios asistieron "por convicción" y que la UAGro fue la primera en respaldar a Sheinbaum. Para el acarreo masivo se utilizaron decenas de autobuses que representan un gasto que requiere el compromiso de la rendición de cuentas.
Sin embargo, la ex-aspirante a la rectoría, Silvia Alemán Mundo, denunció públicamente esta práctica como una "compra de conciencias", señalando que a los estudiantes se les ofrecieron puntos extras o la exención de trabajos finales como "incentivo".
Los universitarios, muchos de ellos portando camisetas con las siglas de la UAGro, marcharon y se tomaron fotos de grupo como "evidencia" de su asistencia, un acto que desvirtúa la supuesta autonomía académica y democrática que la institución debería promover.
Dentro del Polideportivo, el círculo de apoyo se fortaleció con la presencia de Félix Salgado Macedonio, quien recibió porras del público, y su familia, incluyendo a la gobernadora Evelyn Salgado y su hermana Liz Salgado Pineda, presidenta del DIF estatal.
La ausencia notable fue la del alcalde de Chilpancingo, Gustavo Alarcón Herrera. Sin embargo, destacó la presencia de la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, cuyos seguidores mostraron carteles de apoyo.
Un muro de protestas silenciadas
Mientras el acarreo copaba el recinto, un muro humano de inconformidad se formó en las afueras, intentando hacer llegar sus peticiones a la presidenta.
- Maestros de la CETEG: En una de las protestas más vocales, los maestros disidentes corearon "¡Claudia decía que todo cambiaría, mentira, mentira, la misma porquería!", confrontando directamente a la mandataria. Exigieron la reanudación del diálogo con el gobierno federal, criticando la ley del ISSSTE y la falta de soluciones a sus demandas.
- Víctimas de la violencia: El colectivo de Madres Buscadoras "Guerrero No Más Desaparecidos" y grupos feministas se unieron para denunciar la crisis de seguridad. Las madres exigieron ayuda federal para buscar a las más de 4 mil 500 personas desaparecidas en el estado, mientras las feministas protestaron contra la trata de niñas y los feminicidios, enfatizando que Guerrero "no es un santuario para mujeres".
- Comunidades desplazadas: Pescadores y ejidatarios de Puerto Vicente Guerrero y Carrizalillo, respectivamente, también levantaron la voz. Los pescadores protestaron contra un posible desalojo por parte de la Secretaría de Marina, que afectaría a unas 500 familias, mientras que los ejidatarios denunciaron el hostigamiento de la minera Equinox Gold.
El discurso presidencial solipsista
En su mensaje de 45 minutos, la presidenta Claudia Sheinbaum se centró en destacar los logros de su gobierno, como la reconstrucción de Acapulco, la reducción de la pobreza y los programas sociales. Sin embargo, su discurso, optimista y centrado en las estadísticas, evitó abordar de manera directa y sustancial las graves problemáticas expuestas por los manifestantes.
Al afirmar que "México es el país más democrático del mundo, cuéstele a quien le cueste", Sheinbaum ignoró la ironía de su propia declaración, pronunciada en un evento donde se coaccionó la asistencia, se restringió el acceso a manifestantes genuinos y, de manera lamentable, un periodista fue agredido por un miembro de su equipo de prensa. Este incidente con Sergio Ocampo Arista es un recordatorio de que, a pesar de la retórica de apertura, la intolerancia y el autoritarismo persisten.
En última instancia, la visita de la presidenta a Chilpancingo fue un espejismo político. La imagen del apoyo masivo y la celebración de la "transformación" se construyó sobre un frágil cimiento de acarreo y coacción, mientras la realidad de un estado en crisis, asediado por la violencia, la injusticia y la impunidad, quedó a la espera, fuera de la vista oficial.