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Una especie de conejo endémica de las montañas de Guerrero, Sylvilagus insonus, conocida como el conejo de Omiltemi y considerada probablemente extinta por la comunidad científica durante gran parte del último siglo, ha sido oficialmente redescubierta.
Un equipo de investigadores ha confirmado la existencia de poblaciones saludables de este mamífero en la Sierra Madre del Sur, presentando evidencia fotográfica y videográfica contundente que pone fin a décadas de incertidumbre. Los hallazgos, detallados en la más reciente edición de la Revista Mexicana de Mastozoología, no solo confirman que la especie sobrevive, sino que su distribución es considerablemente más amplia de lo que se conocía históricamente.
El conejo de Omiltemi fue descrito por primera vez en 1904 por el naturalista Edward Nelson. Tras su descripción inicial, la especie desapareció de la literatura científica durante casi 100 años. La falta de avistamientos llevó a que fuera catalogada como críticamente amenazada o incluso extinta. Las únicas pistas sobre su posible supervivencia antes de este estudio fueron el hallazgo de una piel en 1998 en las cercanías de la localidad tipo, Omiltemi, y una posible fotografía tomada en 2009 en la Sierra de Atoyac. Esta escasez de datos convirtió al conejo en una de las especies más enigmáticas y raras del mundo.
El redescubrimiento fue el resultado de un extenso proyecto de monitoreo de fauna que no estaba centrado originalmente en el conejo. Entre 2009 y 2024, como parte de un estudio sobre la distribución del jaguar en Guerrero, los científicos Fernando Ruiz Gutiérrez, Cuauhtémoc Chávez, Rubi Torres Bernal, Gricell Villegas Quintanal y Gerardo Ceballos instalaron sistemáticamente cámaras trampa en un área de aproximadamente 1,800 kilómetros cuadrados.
Durante 14 campañas de muestreo, el equipo acumuló más de 35,000 días de registro. Al revisar las miles de imágenes, identificaron 311 registros fotográficos y de video que correspondían inequívocamente al conejo de Omiltemi.
Estos registros se distribuyeron en 44 localidades distintas, ubicadas en cinco municipios de Guerrero: Ajuchitlán del Progreso, Atoyac de Álvarez, Coyuca de Benítez, Chilpancingo de los Bravo y Técpan de Galeana. Este hallazgo amplía drásticamente el área de distribución conocida de la especie, que anteriormente se limitaba a su localidad tipo.
El estudio estima que el área de ocupación actual del conejo abarca al menos 542 kilómetros cuadrados en las partes medias y altas de la sierra, extendiéndose más de 100 kilómetros lineales entre Técpan y Chilpancingo.
La investigación también aporta datos novedosos sobre la historia natural y el comportamiento del conejo. Se determinó que su hábitat principal son los bosques de pino-encino, donde se obtuvieron el 88% de los registros, y en menor medida, el bosque mesófilo de montaña, con un 12%. Los animales fueron registrados en un rango de altitud que va desde los 1,136 hasta los 2,501 metros sobre el nivel del mar.
El análisis de los registros horarios reveló un patrón de actividad marcadamente nocturno, con picos de movimiento a las 19:00, 02:00 y 05:00 horas. Los científicos señalan que la ausencia casi total de actividad diurna podría ser una estrategia para evitar depredadores y la perturbación asociada a las actividades humanas.
El Sylvilagus insonus se distingue de otras especies de conejos con las que comparte territorio, como el conejo serrano (Sylvilagus cunicularius), por su tamaño mediano, pelaje áspero de color pardo grisáceo oscuro y una cola pequeña de color café uniforme y poco conspicua. Fue la obtención de videos de alta calidad en 2024 lo que permitió a los investigadores confirmar sin lugar a dudas estas características morfológicas y diferenciarlo de manera consistente.
Aunque la especie es generalmente solitaria, se documentaron interacciones entre individuos en enero y junio, que podrían estar relacionadas con actividades de cortejo, así como la presencia de crías en mayo y diciembre.
El estudio sugiere que una de las razones por las que el conejo permaneció oculto durante tanto tiempo se debe, en parte, a sus hábitos nocturnos y a que la región de la Sierra Madre del Sur en Guerrero ha sido de difícil acceso para los investigadores durante décadas debido a la presencia de actividades ilícitas. La tecnología, específicamente el uso de cámaras trampa, fue fundamental para superar estas barreras y documentar la presencia de una especie tan esquiva.
Este redescubrimiento tiene importantes implicaciones para la conservación. Aunque la especie es más común de lo que se creía, sigue siendo considerada rara. Los hallazgos subrayan la importancia de las áreas naturales protegidas en la región. Algunas de las subpoblaciones identificadas se encuentran dentro del Área Destinada Voluntariamente a la Conservación Cordón Grande y la Reserva de la Biósfera Sierra Tecuani.
Sin embargo, los autores del estudio advierten sobre la necesidad de reforzar las medidas de protección, especialmente en las sierras de Atoyac, Coyuca y Chilpancingo, y señalan con preocupación que el Parque Estatal El Nanchal ha perdido su vigencia, por lo que promueven que se restablezca su decreto para garantizar la conservación del hábitat de esta especie redescubierta.