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Cancún Quintana Roo.- Un texto de: Eduardo Serna y Jorge Yam./ Para que una sociedad se desarrolle adecuadamente en la era que llamamos del Humanismo Mexicano, donde se plantea rescatar valores robados al pueblo por gobiernos neoliberales del 'remoto pasado', se requieren servidores de la nación comprometidos.
Entre esos valores se encuentra el derecho a la cultura digna. Este valor que según se le ha restablecido al pueblo, se ejerce de primera mano a través del apoyo de los organismos que se encargan de la difusión de la cultura y las artes en los tres niveles de gobierno. Los servidores de la nación responsables de espacios y recursos del pueblo, tienen la noble labor y el honor de difundir y promover dicha cultura para beneficio de la sociedad.
En lo que respecta al estado de Quintana Roo, dichos servidores parecen no entender de qué se trata la difusión cultural. En este estado, la administración cultural quedó en manos de personajes elitistas que la utilizan como accesorio o adorno. Personajes que lejos de abrir los espacios destinados para el pueblo, se han propuesto crear una especie de “JetSet cultural”, solo para unos cuantos, con alfombras rojas y premios vacíos otorgados en “glamorosas” galas nocturnas, emulando extranjerismos que poco tiene que ver con nuestra identidad. Show en vez de cultura, banalidad en lugar de contenido. Para que alguien “del pueblo” pueda realizar alguna actividad cultural, tiene que sortear infinitas y ridículas trabajas burocráticas porque es un problema que haya acceso a edificios y recintos.
Pese a todo esto, también hay sus honrosas excepciones (gracias Kukulcán), tal es el caso de “El Faro”, en Cancún, un espacio que ha oxigenado el ambiente a través de talleres y presentaciones de arte, dando la batalla e integrando a la comunidad de una de las zonas más complejas de la ciudad. Ha sido tan positivo el impacto que la gente de la comunidad cuida su recinto cultural reconociéndolo como propio.
Otra bocanada de oxígeno cultural es “La casa del escritor de Bacalar”, bajo la dirección de uno de los baluartes artísticos y culturales del estado, creador del himno que nos representa, el poeta Ramón Iván Suárez Caamal (mentor de poetas y escritores), siendo este importante recinto semillero de cultura.
Muchos escritores forjados ahí, se han convertido en promotores culturales pro bono (es decir que no cobran, puro amor al arte). Es un recinto que escritores locales, nacionales e internacionales esperan que resurja como el bastión de las letras que debe ser, poniendo el nombre del estado en el mapa internacional de la literatura.
No obstante, su utilidad e importancia para el desarrollo cultural del estado, en ambos casos, la falta de apoyos económicos es evidente. “La casa del escritor” prácticamente está en ruinas. No hay apoyo para su mantenimiento, ni mucho menos para realizar actividades. Es impensable hacer un proyecto a largo plazo de difusión a través de libros, revista cultural impresa o en formato digital, becas o premios o talleres literarios de intercambio. No hay nada para nada.
El actual gobierno sigue apostando por encauzar recursos a “elefantes blancos” como La megaescultura, una ofensiva obra transexenal inconclusa.
Según datos de La Jornada, en 2012 se habían invertido 160 millones de pesos en ese adefesio, pero para febrero del presente año, el diputado José Luis Pech hizo un llamado para que el Instituto de la Cultura y las Artes de Quintana Roo (Icaqroo) comparezca sobre los más de 500 millones de pesos destinados a ese pozo sin fondo; sí, más de 500 millones de pesos “invertidos”, y cómo dijera el divo de Juárez: de aporte a la cultura… “nada, nada, nada, nada…que no, que no”.
Hace poco el periodista Jorge González Durán, gran conocedor de la historia, subió en sus redes un comentario amplio acerca de la relevancia histórica del prócer que da nombre a nuestro estado. Comentario que cierra con un triste hecho que pudiéramos comparar con la situación de la cultura y las artes quintanarroenses. El periodista escribió lo siguiente al referirse a la icónica estatua del héroe:
“…la dimensión moral e histórica de Don Andrés Quintana Roo, cuya estatua levantada en 1974 en la capital de nuestro estado como símbolo de identidad y de nuestra trascendencia, hoy se encuentra desmembrada en una oscura bodega de Chetumal”.
Cómo dicen en el pueblo: “Te lo digo Juan para que escuches Pedro”.
¿Y la cultura? ¡Bien gracias!