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Premios de poesía en México: los vicios, la discriminación y la mediocridad

Los galardones son un escaparate de la posición moral de las instituciones y los jurados, marcada por una visión estrecha y prejuiciosa de la poesía.

Cuando la poesía pierde su "inexorable enigmaticidad".

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Por : Jeremías Marquines


Quiérase o no, el panorama de los premios de poesía en México no solo define, sino que impone el rumbo de una tendencia específica en la escritura lírica del país, donde, como se dice, "abundan los escasos lectores."

El debate recurrente sobre quién y cómo se decide cuál es la "mejor" escritura poética sigue siendo el centro de la crítica. Los galardones son un escaparate de la posición moral de las instituciones y los jurados, marcada por una visión estrecha y prejuiciosa de la poesía, una notoria falta de originalidad en sus juicios, la inautenticidad que surge de "copiar tendencias," la superficialidad en la evaluación, la mediocridad segmentarizada, y la repetición ad nauseam de tópicos sobre qué diablos es la poesía.

Un gran número de estos jurados suponen, erróneamente, que el fin de la poesía es comunicar algo sobre algo. De ahí la nefasta tendencia a premiar obras montadas en la tematización de las vulnerabilidades sociales: el cambio climático, el género (sea cual sea), enfermedades raras, los virus, los oficios y sus "lenguajes" (costureras, carniceras, choferes), balaceras, la autoexplotación de los trastornos mentales, la IA, las lombrices, el patriarcado, teorías conspirativas, la física mal entendida, memoriales de insurrecciones difusas, y un largo y tedioso etcétera. Se privilegia el ansia de comunicar y de predicar preferencias "políticamente correctas," olvidando lo fundamental: que la “comunicación poética” “no es nunca nada como un transporte de vivencias —por ejemplo, opiniones y deseos—, del interior de un sujeto al exterior de otro.” La “comunicación” poética es, según Heidegger, el modo de encontrarse en el “estado de ánimo.” Más radical es la posición de Wittgenstein y Benjamin: la poesía no comunica nada; su cualidad esencial no es la transmisión de información, sino el modo en que funciona este juego de lenguaje que llamamos poesía.

El aporte valioso de la poesía no reside en la propaganda de la victimización esencialista —"denunciar, incomodar, resistir"—, sino en su capacidad de ampliar los horizontes del 'mundo de la vida,' aportando estructuras y significados profundos que se instalan más allá de la facticidad de las categorías de la vulnerabilidad y de los "comportamientos apropiados," estados que se diluyen apenas son designados como simples "salidas de emergencia." Lo verdadero valioso de la escritura poética no está en el mensaje (los contenidos), sino en la forma y la intensidad de ese mensaje. La utilidad de la poesía, si alguna tiene, es abrir esa comunicación esencial consigo mismo y con los otros (Kierkegaard y Heidegger), no en decirle a los demás cómo deben actuar o vivir.

Ferias del libro.

Todo esto ocurre por la generalización de ese tópico sin fundamento que reza: "la poesía no solo nombra el mundo, también lo transforma." ¿Qué ha transformado la poesía en cuanto tal? Ni siquiera a los propios poetas transforma, pues continúan siendo "dispositivos" dañados, empeñados en concebir la "conciencia" moral a partir de sus propias vacilaciones psicologistas. Se cree en una "poética" de los temas sin dimensiones —señuelos diegéticos que construyen experiencias a modo de storytelling—, y de los sinsentidos donde se asume que la poesía es un "artefacto", "un arma" o "aparato de resistencia" frente a las fragilidades psicosociales, la desigualdad o la violencia. Pero, ¿por qué la poesía tendría que ocupar el infernal lugar de la política, las ideologías y la publicidad? Cuando la poesía se convierte en un mecanismo para algo, pierde su capacidad de distancia estética, su "inexorable enigmaticidad," y se afinca en la estandarización institucional, diluyéndose en lo sobreentendido, en la estrechez de la téchne y la praxis como ideal poético instalado por las patrañas de la tradición platónica.

El panorama de los premios de poesía en México en 2025 confirma esta tendencia a la tematización y la propaganda que sujeta la producción lírica a la servidumbre inexorable de los activismos emergentes y de las políticas públicas que parecen ser "correctas." Estos temas se resuelven de forma opaca e incompleta mediante modelos de escritura preestablecidos, pues la poesía mexicana no se distingue por crear modelos copiables en otros países; la mayoría de las formas que se usan son préstamos, intervenciones y aplicaciones de otras. Muchos poetas ampliamente difundidos, son deudores de libros premiados en otros años y en distintos lugares. La mayoría de los autores galardonados en la última década y media operan por hallazgos y adaptaciones, nunca por el desarrollo coherente de líneas de pensamiento y experimentación propias. Este supuesto se verifica con la simple revisión del historial 'creativo' de cada poeta. La poesía mexicana es escasa en aportes verdaderamente trascendentes pero rica en escasa originalidad y en repeticiones ad nauseam.

Premios Aguascalientes 2023 y 2024: la temática utilitaria

Los anuncios de ganadores en certámenes de prestigio como el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal, y el Premio Gilberto Owen, por mencionar los más importantes, han reconocido a obras con temáticas utilitarias, también llamadas socialmente relevantes.

Aguascalientes 2024: Viene a la mente el libro premiado, El estómago de las ballenas. El jurado (Kyra Galván, Elisa Díaz Castelo y Carla Faesler) lo consideró valioso porque "aborda el tema urgente del cambio climático" y por la "riqueza de su lenguaje y sus recursos," que mantienen una supuesta "tensión de principio a fin." ¿Qué hay de cierto en este juicio? Casi nada. Los textos son planos, descriptivos y tramposos. No hay tal tensión que mantener, pues el texto es disperso y ordinario; sobre las ballenas, que dan el título, solo hay tres poemas y dos menciones. Los poemas de la segunda parte del libro hablan de cosas diversas y triviales, haciendo vagas menciones a la contaminación, los viajes, los abuelos, relojes, etc.; parece que fueron escritos en distintos momentos y no mantienen “la unidad temática”.

El jurado dice que ve en este libro un "acercamiento a la ciencia ficción," lo cual es casi una alucinación porque no existe tal ciencia ficción, y en cuanto a la expresión: "lo especulativo con sustento teórico" que mencionan en su acta, parece un rebuscamiento para aparentar cierto rigorismo, pero dicen algo sinrazón, pues toda poesía es especulativa. El estómago de las ballenas es un libro que, formalmente, no aporta nada distinto a la poesía. Simplemente ha aprovechado, con suerte, la "brecha acrítica de la poesía mexicana" para destacarse.

Aguascalientes 2023: Idéntica suerte corrió el libro premiado este año. Antártida es un ejemplo de la llamada poesía documentalista, un recurso que ha prohijado documentos lirizantes que pretenden pasar por poesía, más enfocados en construir un storytelling temático fundado en la falsificación de experiencias que en descubrir, es decir, hacer patente, ese estado de ánimo primario que la verdadera poesía abre y permite encontrarnos en el extravío cotidiano.

Este libro explota la sobreexplotada expedición de Roald Amundsen, y mantiene una inquietante cercanía al libro Los perros de Amundsen (2018) del cubano José Luis Serrano. El jurado lo califica de libro de "alta densidad poética" (sin explicar ni fundamentar qué significa eso) y dice que "aporta un nuevo impulso a la crónica en la poesía en México." Y sopecho que en esta parte el jurado sí acertó, pues el libro es más una crónica de las vivencias de Amundsen con cierto matiz lirizante. Antártida es el primer libro de Fabián Espejel y logró el premio Aguascalientes gracias a un jurado que, a pesar de notar sus carencias, lo premió, incluso quizá, sobre obras más auténticas. En la parte formal, Espejel copia el modelo de otro Aguascalientes que emplea el recurso del diario imaginario para jugar con el tiempo cronológico y la segmentación en dos columnas. En Antártida, partes del diario imaginario de Amundsen se insertan en el texto haciéndolo parecer un texto creativo, pero solo parece, pues su aporte original a la poesía es nulo.

El jurado que lo premia es Jorge Ruiz Dueñas, político y funcionario de muchos cargos académicos y culturales que, además, pasa como poeta con una obra de poca monta; le acompaña Jeannette L. Clariond, fundadora de la editorial Vaso Roto, y Jorge Humberto Chávez, quien una vez juzgó un libro de poemas sobre mundos virtuales con el profundo argumento de que el tema no era serio.

La controversia sobre los premios de poesía en México se reaviva con cada fallo, centrándose en tres ejes principales: la precariedad crítica de la poesía; la producción lírica fundada en tendencias de la victimología esencialista, y las instituciones como inductoras de estéticas de lo políticamente correcto. La articulación de estos ejes parece constituir una estética nacional que asfixia y precariza la producción lírica mexicana, encerrándola en un patrón de comportamientos, pensamientos o eventos que se refuerzan mutuamente de forma perjudicial y cíclica, creando un bucle de consecuencias perjudiciales que se autoperpetúan.

Premios de 2025: la verificación definitiva

Aguascalientes 2025: Electrocauterización. Algo como una llaga. Es el más reciente Aguascalientes y es al mismo tiempo la verificación definitiva de la tendencia. El jurado, formado por la activista Mikeas Sánchez, "El Pobrecito señor X", Ricardo Castillo y el ganador anterior, Fabián Espejel, decidieron premiar un poemario sobre el virus del papiloma humano y sus implicaciones sociales en las mujeres, confirmando la inclinación hacia la victimología esencialista.

El jurado dice que la obra tiene un "ritmo intransigente" (expresión oscura y dudosa). También aseguran que "somete el lenguaje a distintos niveles de enunciación" (una generalidad que no clarifica nada, pues la enunciación es un concepto muy amplio). No ejemplificaron el aporte estructural porque, muy probablemente, no lo tiene. Reconocen que, pese a los "ascensos y descensos poéticos," el mensaje o asunto "conserva la fuerza y la contundencia." En síntesis, para el jurado, el tema es lo más valioso. La autora, Anaclara Muro Chávez, con solo dos plaquetas publicadas, mencionó que le interesaba "abordar este tema desde una visión personal, pero también de una consciencia social."

El libro es un documento limitado poéticamente que intenta crear conciencia sobre el papiloma en mujeres, pero resulta excluyente, porque el mismo tabú y estigma también lo comparten los hombres. Se premió una crónica sobre la salud sexual femenina, no un libro de Poesía. El cuestionamiento no es a la autora, sino a un jurado superficial, acomplejado por las políticas oficialistas y el activismo de tendencias; un jurado sin juicio para el que pesa más la coyuntura y el "impacto social" que la poesía como un pensar esencial, más allá de la referencialida de los temas. El poema, para ser Poema, debe dar que pensar a partir de lo impensado, no solo poner en verso los precariedades del momento con la intención de "cambiar el mundo."

Justificaciones impresionistas

Durante 2025, los jurados han optado por premiar poemarios con alto contenido social, siguiendo la tendencia victimológica de los últimos años. Este criterio, para algunos muy justificado, termina por discriminar libros que probablemente presenten mejores propuestas formales pero que no se alinean a las temáticas del momento que, además, son impulsadas por funcionarios y funcionarias de las instituciones culturales que se asumen como actuvistas y proponen jurados afines elegidos de una lista que se repite cada año.

El Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal 2025 fue para el poeta David Anuar, con el libro Niño alien o varias formas de la infancia, que tematiza la masculinidad y la infancia.

Niño alien, como Electrocauterización, de Anaclara Muro, son libros que participan de la misma tendencia victimológica. En ambos se predica el tema del género y la consabida condena al machismo y al patriarcado; la única diferencia entre uno y otro, está en el uso del verso, uno con menos habilidad que el otro, pero nada fuera de lo ordinario. Niño alien es un constructo de la cultura friki LGTBI, tan proclive a refugiarse en la fantasía y la ciencia ficción. Uno de los primeros textos dentro de este género que trata el tema de la homofobia y los prejuicios es “El mundo bien perdido” de Theodore Sturgeon publicado en 1953. Tiene como protagonistas a dos alienígenas homosexuales buscando refugio en la Tierra debido a su orientación sexual.

El poeta David Anuar.

El jurado calificador de este premio, lo integraron Roxana Elvridge-Thomas, Ángel Vargas Castro y Dalina Flores Hilerio. Casi sobrehumanamente, dicen que leyeron 548 obras concursantes y decidieron que un libro con la misma reiterativa temática del momento fuera el ganador. Destacan que la obra “no solo problematiza la infancia, sino también la masculinidad y el linaje, desde la ternura y la observación clínica.” Y si la impresión psicologista del texto no fuera suficiente, agregan que “el universo simbólico del libro está construido con materiales del cine, la ciencia ficción, el cuerpo enfermo, la medicina, el género y la memoria personal, y presenta recursos líricos que potencian diferentes capas de lectura, por lo que puede ser disfrutado por muchos tipos de lectores.” Todas estas generalísimas impresiones, lo único que hacen es intentar describir el poemario, pero en el acta de deliberación nunca clarifican con precisión cuál es la aportación original a la poesía que hace este libro premiado. Nunca dicen qué más hay en ese texto aparte del contenido. Los "recursos líricos que potencian diferentes capas de lectura," solo es una simple mención que no justifican.

Los destellos rítmicos, la riqueza del tópico

Otro premio donde destaca la falta de consistencia crítica es el Gilberto Owen de Sinaloa 2025. Por aquellas tierras se premió a un autor imberbe que presentó un texto bajo el poco original título: Nociones de la luz. El poemario mismo es de una confección ordinaria, pero el jurado, formado por Mikeas Sánchez (quien también fue jurado del Premio Aguascalientes 2025), Eduardo Sarabia y Sara Uribe, afiirma que "condensa una exploración poética de la luz en destellos rítmicos"; expresar esto como si fuera un juicio valorativo, es menos que decir nada. Pero luego agregan que, aparte de la luz, la obra también propone una reflexión sobre "el cuerpo y la carne (que debe ser algo aparte del cuerpo) tras un rompimiento afectivo," y por si fuera poco, también está el asunto de "el miedo, el vértigo y la vulnerabilidad."

El fallo del Gilberto Owen de Sinaloa 2025, se inscribe en esa tendencia de los jurados a emitir dictámenes grandilocuentes, pero vacíos de sustento analítico específico. Las frases recurrentes —"diferentes capas de lectura", "distintos niveles de enunciación", "riqueza de su lenguaje y sus recursos", "cuerpo unitario", "mantiene una tensión"— se repiten hasta el hartazgo sin ofrecer un análisis riguroso de la aportación estilística que justifique un galardón. El fallo se convierte en un gesto institucional más que en un ejercicio de crítica.

El Caso Xavier Villaurrutia: la obra "invisible"

La escena de los premios literarios en México, con sus cuantiosos montos y decaídos prestigios, es un espejo que refleja más las dinámicas de poder y la corrección política que una genuina valoración de la calidad. La crítica no debe ser un ataque a los autores, sino un cuestionamiento a la máquina que premia. La recurrencia de fallos polémicos enarbola una bandera de alerta sobre la insulsez y el vacío de los argumentos de los jurados. Se requiere un mayor énfasis en el valor artístico y la innovación poética que trascienda la mera actualidad temática, así como una mayor transparencia para legitimar los fallos y disipar la sombra del favoritismo.

El Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2025 fue entregado a Mónica Nepote por Las trabajadoras (sobre costureras, trabajo y activismo). El libro ha suscitado un debate incómodo debido a la escasa calidad del jurado, la propia oscuridad del premio y la nula circulación del libro.

La institución y la ganadora.

Para calificar uno de los premios más prestigiosos de México, las instituciones convocantes (la Secretaría de Cultura a través del INBAL y la Sociedad Alfonsina Internacional) integraron un jurado compuesto por Carmen Villoro, una señora que escribe historias infantiles; Verónica Gerber Bicecci, una artista visual que escribe, y Jorge von Ziegler, un político cultural sin obra alguna de valor. Este grupo desigual desechó, sin argumentos sabidos, más de 200 libros que probablemente compitieron por este galardón. Nunca sabremos bien el dato de cuántos libros no fueron leídos y desechados, ni el criterio formal para calificarlos, porque este premio sufre la misma enfermedad de la política mexicana: le falta transparencia.

La literatura que no es literatura

Sin información para verificar, solo se puede especular, por el resultado, que el criterio que asumió el jurado para discriminar la casi totalidad de los libros participantes fue el mismo que permea en todos los concursos mexicanos: la temática victimológica. Esto lo dejó claro la propia Verónica Gerber (amiga de la autora premiada) en un texto sospechosamente emotivo durante la entrega del Premio y publicado luego en Milenio.

La jurado del Villaurrutia, afirma, contrario a la evidencia, que Las trabajadoras "no es, como la mayoría de los libros que inundan las mesas de novedades, un libro que desarrolla un tema para complacer a les lectores, las redes sociales o al mercado." No obstante, la temática que desarrolla es evidentemente material para uso de las redes sociales: "el libro habla de mujeres, de máquinas feminizadas." Hace eco de la condena en internet a empresas de la moda como Zara y otras marcas.

También Gerber afirma, sin fundamento, que este libro "se aleja de la idea literaria de revelar o descubrir algo a través de géneros rancios y enlatados." ¿Cuáles son esos géneros rancios y enlatados? Y por si fuera poco, en su elocución extática dice que el libro "no es, tampoco, una escritura mimética y retiniana." Lo que dice es que los poemas de este libro no se sirven de la imagen, ¿pero existe algo en el arte que no sea lo a la vista y lo a la mano? Y para cerrar su arenga enfatiza que la escritura de Nepote "es más bien, contraliteraria porque intenta desafiar al gran edificio de la literatura”. Pero la expresión es otro sinsentido, pues una contraliteratura ya no sería literatura y no tendría sentido darle un premio de literatura.

¿Qué cosa es especulativo?

Antes de que el libro Las Costureras fuera premiado, no existía. Nunca recibió el interés de nadie que hiciera un comentario o reseña. Prácticamente pasó de la editorial, a manos del jurado. Lo único que había era la descripción de la cuarta de forros que dice: "Lo habitan poemas-ensayo y una ficción especulativa que apunta a un futuro simbiótico, en un planeta derruido de donde surgen, entre el residuo y los despojos, las voces de plantas/mujeres/ensambladoras/trabajadoras que volverán a hacer mundo." Aquí volvemos a encontrar otra vez el término tautológico de "ficción especulativa," para definir justamente a la ficción especulativa que es toda la literatura; el término es una más de esas expresiones que se usan como pegatinas para parecer cool. El concepto de texto híbrido: poema-ensayo, tampoco es ningún aporte original, es un recurso ampliamente usado por poetas en los últimos veinte años para decir cualquier cosa, cuando falta el verdadero talento para construir poemas que se sostengan así mismo sin muletillas. A esta muletilla ordinaria, el jurado le llama pomposamente "ampliar las fronteras de los géneros literarios."

Además, alaban que el libro "recupera el lenguaje de la costura y la mecanografía," como si esos lenguajes ya hubieran desaparecido del mundo ordinario. Finalmente, afirman que la obra combina un proyecto estético y conceptual con la "preocupación por los problemas de nuestro tiempo, en particular los que conciernen a la viabilidad ecológica, social y económica del planeta." Es decir, el jurado vuelve a premiar temas del vulneralismo y el activismo tiktotero como lo más importante de la poesía. Es inevitable la pregunta: ¿es la obra una obra maestra literaria o un texto de pura relevancia sociopolítica que el establishment cultural se siente obligado a reconocer? La crítica se alimenta de la duda sobre si se premia la calidad intrínseca o la pertinencia temática.

Al convocar abiertamente a un premio sin especificar que hay una particular preferencia temática, o una particular inclinación hacia ciertas figuras conocidas, se engaña a los autores que esperan un fallo imparcial, volviendo la convocatoria del Villaurrutia un fraude.

La obviedad premiada

Y por último, está el caso del Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada que convoca la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), un certamen de alcance internacional que se inscribe en la dinámica de premios que, a pesar de su aparente seriedad, apenas generan eco más allá del nicho. Este premio, junto con muchos otros, sufre la misma enfermedad de la opacidad, pues nada se sabe sobre quiénes fueron los jurados este año y los criterios para otorgarlo a la poeta española Beatriz Fernández de Sevilla por un poemario llamado Liturgia de las horas, un pésimo lugar común. Este texto se alzó por encima de 428 poemarios de 25 países, y al igual que los que ya hemos revisado, la temática es el género victimizado.

Los mismos argumentos para todo

Es cierto que la gran cantidad de certámenes de distinto nivel (nacionales, estatales y universitarios) hace difícil mantener un estándar crítico uniforme. Sin embargo, no está fuera de lugar pedir un mayor énfasis en el valor artístico y la innovación poética que trascienda la mera actualidad temática y el activismo social, así como una mayor apertura y transparencia en los procedimientos para legitimar los fallos y disipar la sombra del favoritismo.

Decir que el jurado evalúa el "manejo creativo del lenguaje," los "distintos niveles de enunciación," "destellos rítmicos," "cuerpo unitario," "mantiene una tensión," “reflexión sobre la vulnerabilidad,” “congruencia en las estructuras,” etc., se usan como parámetros intercambiables tan generales que podrían aplicarse a cualquier texto con mínima decencia formal.

La crítica sobre estos premios no es una negación de la trayectoria de los autores, sino una exigencia de transparencia y rigor para las instituciones culturales.

Cuando los argumentos de los jurados son intercambiables y superficiales, la sospecha de que los galardones responden más a la consolidación de círculos de élite y a la captura de agendas temáticas que a la verdadera audacia poética se vuelve ineludible. Es hora de que los jurados, que tienen la responsabilidad de legitimar la literatura, comiencen a justificar sus fallos con la profundidad crítica que la poesía, más que ningún otro género, exige. De lo contrario, los premios seguirán siendo un hilo descosido en el gran tapiz de la literatura.

Necesario también es cambiar el sistema de selección de los jurados para que no se elijan lo primero que se encuentra a la mano, o por las afinidades de las y los funcionarios en turno. Obligación institucional también es incrementar el pago que reciben por un trabajo muchas veces infame; hace más de dos décadas que no se actualizan los tres o cinco mil pesos que se pagan por revisar y calificar cientos de libros en menos de un mes.

Los prejuicios de la carta infame

Como colofón, están dos repugnantes convocatorias de premios: el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta de Guanajuato y el Premio Internacional de Poesía de la Ciudad de Mérida, dos ejemplos de la degradación del espíritu de una justa poética a una mera infamante judicialización burocrática.

La crítica a estos premios no apunta al fallo en sí, sino a la abusiva exigencia de una "declaración infame" a los participantes para que se asuman responsables de improbables conductas judiciales que violentan la presunción de inocencia. Esta judicialización de las becas y premios evidencia la deshumanización del proceso. En el peor de los casos, la "carta infame" simboliza la exigencia de sumisión o la exposición innecesaria de la vida personal del creador, en un certamen que debería premiar únicamente el valor de la palabra poética y la libertad.

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