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Poesía en todas partes significa tomar la palabra, hacerla

El poeta Francisco Vázquez Salazar nos recuerda la importancia y el poder transformador de la poesía en este fructífero escrito.

Poesía en acción.

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Un factor distintivo  para  el desarrollo de la humanidad  ha sido el lenguaje. Representa un motor para articular el entendimiento humano colectivo, asegurar un destino común y mantener abierta en todo momento la posibilidad latente de nuevos estadios de progreso.

Desde que somos un diálogo es que estamos en el mundo (Heidegger, 1988), el ser humano es lanzado así con un patrimonio incomparable  que le permite la realizaciónpropia pero, lo más interesante, de la mano de los demás. Admitido  esto, la concreción  da paso  a un  nuevo  plano, donde  toma sentido la  comunidad y sus múltiples propósitos.

De nada sirve una herramienta como el lenguaje si no es puesto en relación con la otredad. Por eso, es uno de los elementos que nos hace sentirnos todos en un espacio compartido y, por lo tanto, que espera la apelación para darle sentido.

Partamos, entonces, de un gran baluarte del que el todos formamos parte: tenemos con nosotros un tesoro que aún sin apreciarlo conscientemente lo estamos cuidando al hacer uso de él. En todo momento, en toda ocasión, está presente y gracias a él esque somos o dejamos de ser, damos o tomamos, construimos o deconstruimos. Al hacerlo, estamos haciendo parte de ello a todo los demás.

Poesía y tecnología

El lenguaje es una tecnología. Podemos hacer la analogía con lo que sucede en los juegos virtuales, donde los personajes disponen de capacidades, herramientas y habilidades que van utilizando conforme avanzan en sus propósitos.Cuando se ocupa, van a una sección especial en la que se puede elegir “el arma” o el equipamiento que se desee, con el fin de mantenerse vivo e incluso conquistar otro nivel.

La cuestión es saber si la poesía es parte de esta tecnología o es el lenguaje mismo, es decir, la totalidad por la que podemos inferir que incumbe a todos. Todo un tema. ¿De qué depende que sea poético? La construcción y uso social del lenguaje remite a su funcionalidad, pero no a su exigencia de belleza, corrección e intencionalidad.  Sin embargo, sí hay una demanda de exactitud, cierta precisión, efectividad, para iniciar un diálogo fructífero, emitir alguna idea, responder con criterio asertivo al lazo que ha tendido el otro.

Sabemos que hay distintos tipos de lenguaje, según los objetivos que se tengan, pero entendemos también que hay un solo lenguaje, llevado al idioma si se quiere, que nos permite que la comunicación humana se realice.

La poesía en todas partes

Cuando decimos que la poesía está en todas partes, nos referimos a que nada obsta para que no esté, a menos que desde el puritanismo, la norma y la academia cerremos esta puerta y nos opongamos a que su uso, su proyecto de palabra honesta y libre, solo se encuentre donde hay cánones de por medio.

En mis encuentros con jóvenes estudiantes, los trato de convencer de que en todo momento estamos haciendo poesía, solo que no nos damos cuenta, entre otras cosas, tal vez porque no nos interesa descubrirlo o porque no nos hemos detenido a disfrutar del significado, sonido, estímulo, proyección, arrebato, capricho, fuerza, expresividad de una palabra o frase.

Llevar la poesía a los terrenos de lo cotidiano ha de ser una empresa que nos debemos proponer de manera constante. No se trata aquí de reñir con el carácter bello, formal, místico, disruptivo, revolucionario, trascendente, de la palabra poética, pero sí de sobreponernos en el día a día de su estirpe pretenciosa, de su resguardo cuasi escolástico, de sus guardianes templarios.

Como seres humanos, tenemos la capacidad y cierto albedrío de elegir los mejores artefactos que nos proporciona el  lenguaje (Hiriart, 2009), y es con base en este juego de elección que se nos presenta la poesía, inicialmente palabra o idea poética, como una habilidad y un gozo que se puede extender a nuestra función social y a nuestro puente con el otro. 

Puede sonar utópico, pero es real, pasa en cada instante que verbalizamos nuestro sentir y pensar, cuando tomamos e interpretamos la realidad, haciendo uso de las mejores formas expresivas y, sobre todo, conscientes de causar un impacto.

Toda comunicación es intencional, según el funcionalismo, pero es cierto que es un punto en el que coinciden prácticamente todos los expertos. Si hay conciencia  de esta intención, esperaríamos que se recurra a  hacer del acto de  comunicación un acontecimiento de descubrimiento y reciprocidad, un espacio donde puede acontecer  la poesía.

Poesía, lo maravilloso cotidiano

Aquí la  poesía no es precisamente la finalidad, y no está mal. No esperemos pasteles  de poesía o bocados  grasientos de ella. Es un medio. Es, en este caso, el  vehículo  para darle  forma a otro mundo que pretendemos  posible y que  puede surgir desde  nuestro  pensamiento  o conciencia, desdoblada desde  la intención de  uso de un  lenguaje que da forma o contenido a lo que aparentemente tiene forma.

Entonces lo cotidiano, donde están objetos como nuestros muebles o nuestros zapatos, o donde suceden actos que son porque sí, porque han de  ser sin  que nada motiven, toma un  relieve inusual, cismático, y lo que es una hora cualquiera en un  martes o miércoles cualquiera, se llena de virtud, de  gozo, de misterio, de anhelo o de deseo, solo porque lo que está para ser objetivado se muestra, en un inicio, con cierta distorsión o alternación. No, no porque  no corresponda lo que decimos a lo que es, simplemente, en un  acto sorprendente, ni el uno ni el  otro esperaría esa manera elaborada de nombrarlo o referirlo. 

Vista como medio o vehículo, usada efectivamente, la  poesía luego se apodera del espacio y da paso a la utopia,  aunque lo deseable es mantenerla en el orden de  lo normalizado, justo para que no se nos escape o se ponga encima de los roperos como algo preciado o inalcanzable.

Los lugares comunes de convivencia, el día a día, se ven irrumpidos por esta aparente sofisticación, que no es otra cosa  que el uso de nuestra facultad  para  ordenar  el mundo de otro modo. Ponerlo patas para arriba  no ha de ser nuestra pretensión, suficiente  con que dotemos al  acto de  algo bello, de un momento de pensamiento, razón y emoción, de darnos una  oportunidad para visualizar las  cosas de un modo  distinto.

Poesía, hacer la palabra

De manera clásica, la poesía se establece en un escrito que la contiene, pero aquí se instala, como medio o finalidad, en un escenario que tumba todas las  paredes y nos  hace convivir de maneras que nos permiten sentirnos,  pensarnos,  proyectarnos y darnos  cierta perspectiva.

No debe causarnos mayor conflicto ir a la cultura diaria, a los latidos del barrio, a las pulsaciones de las calles para mirar  de  frente lo que acontece, vernos a los ojos, y obtener expresiones honestas, genuinas , constructivas y bellas.

Una empresa así implica tres elementos que se sacuden  para iniciar actos nuevos: el  pensamiento,  la  razón y la emoción. Algo que es del día se  vuelve vital y motivo para una relacionalidad y una  relación social ejemplar. Al agua la damos por hecho en nuestra rutina, hasta que escasea o hasta que, gustosamente, nos quita la sed.

¿Y  cómo ha de realizarse esto? La estudiosa uruguaya Mercedes Calvo da un primer acceso  desde el lenguaje en la cotidianidad, y el trato entre nosotros,  por supuesto:

“Porque, en poesía, la palabra se niega a ser únicamente concepto, no admite su solo significado; la palabra poética es eso y, a la vez, es otra cosa: desdobla una multiplicidad de sentidos que le permiten recobrar aquella originalidad primaria que el habla cotidiana va cercenando sin cesar. Nuestro lenguaje convencional ha surgido de una libertad originaria que se ha perdido, ha desaparecido su pureza y se ha anquilosado en estructuras rígidas, se ha llenado de clichés y frases hechas que impiden la comunicación, ha quedado apresado en verdades convencionales. Pero justamente es esa manera poética de haberse constituido lo que abren las posibilidades de renovación del lenguaje y da juego a nuevas transgresiones”. (Calvo, 2015)

Parece que podemos dejar aquí la tarea de imaginar cómo ha de realizarse esto aún más allá de las implicaciones formales del  lenguaje. Cómo Juan, Pedro, Alicia o doña Graciela pueden tomar la poesía para sí y hacer cumplir el aserto de este escrito, la poesía es de todos y está en todas partes.

Así, poesía en todas partes significa tomar la palabra. Sí hacerla,  pero también tomarla, y dejar de  lado toda ceremonia para apropiarnos de ella y de sus espacios, incluso los físicos, que son distintos cuando  media la palabra poética que resuena entre paredes, ventanas, estantes, libros y gente.

Todo es distinto cuando un ritual asíse  pone en marcha. La palabra, vuelta voz, se abre hacia el infinito, resuena cual rayo que toca polvos estelares, y algo acontece ahí.

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