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El viejo Hollywood está a punto de perder otro de sus pilares. Netflix acordó comprar los estudios de cine y televisión y la división de streaming de Warner Bros Discovery (WBD) por 72 mil millones de dólares, una operación que marca un antes y un después: el pionero del streaming —el mismo que alteró la industria— ahora se queda con una parte sustancial de su historia.
La operación incluye HBO Max, el catálogo fílmico de Warner, y franquicias tan decisivas como Harry Potter, DC Comics, The Sopranos, Game of Thrones y clásicos que literalmente definen el cine moderno, desde Casablanca hasta Citizen Kane.
El discurso triunfalista… y la realidad
Ted Sarandos, CEO de Netflix, celebró la compra afirmando que la misión de la empresa “siempre ha sido entretener al mundo”.
David Zaslav, jefe de WBD, la presentó como la unión de “dos de las mayores compañías de narración de historias”.
Pero detrás del lenguaje corporativo hay otra lectura:
Warner, uno de los baluartes de la época dorada del cine, se rinde ante la fuerza financiera del gigante del streaming.
Y la industria entra en una fase en la que la concentración del poder ya no es tendencia, sino destino.
Una guerra de ofertas que Warner ya había perdido
La venta llega tras semanas de competencia entre Netflix y Skydance/Paramount.
Netflix ganó ofreciendo 28 dólares por acción, por encima de los 24 propuestos por Skydance, cuyo CEO, David Ellison, incluso acusó “trato de favor” en el proceso.
Las acciones de WBD cerraron el jueves en 24.5 dólares, reflejando un valor muy inferior al que tenía hace una década, cuando la empresa se presentaba como el futuro del entretenimiento global.
Un catálogo histórico que cambia de manos
Con la compra, Netflix pasa de ser “el disruptor del sistema” a convertirse en el estudio más poderoso del mundo, dueño de:
- el archivo completo de Warner,
- HBO y su tradición de series premium,
- 130 millones de suscriptores adicionales,
- y un control sin precedentes del contenido global.
La empresa, que durante años creció sin grandes adquisiciones, ahora se convierte en un gigante integrado verticalmente, al estilo Disney… pero con más usuarios, más datos y más presencia internacional.
¿Y los reguladores? ¿Dónde están?
El acuerdo enfrenta una montaña de dudas antimonopolio.
Por primera vez, el gran devorador del streaming absorbería directamente a uno de sus principales competidores.
El riesgo no es solo económico: es cultural, creativo y político.
- Se reduce la diversidad de estudios que producen contenido.
- Se limita la competencia por calidad, innovación y riesgo narrativo.
- Se concentra la cultura audiovisual global en manos de una sola empresa.
Netflix argumenta que unir su plataforma con HBO Max “beneficiaría a los consumidores”, abaratando precios. Pero la historia de las fusiones en medios —de AT&T–Time Warner a Disney–Fox— demuestra lo contrario: menos competencia significa menos opciones, más control corporativo y mayor homogeneización del contenido.
El fin del cine como lo conocíamos
WBD, que en junio anunció la separación de sus operaciones en dos empresas públicas (streaming y estudios), se despide así de su independencia apenas un siglo después de haber ayudado a inventar Hollywood.
El contraste es brutal:
- Warner: creadora de historia, de legado, de tradición cinematográfica.
- Netflix: creadora de algoritmos, franquicias fabricadas y un modelo basado en volumen antes que en memoria cultural.
Sí, Netflix también ha producido éxitos globales —Stranger Things, El juego del calamar, KPop Demon Hunters—, pero su filosofía es distinta: producir rápido, dominar mercados y alimentar suscripciones.
Con esta absorción, una parte decisiva del cine del siglo XX y XXI queda integrada a un sistema que prioriza retención de usuarios sobre visión artística.
Un Hollywood sin Hollywood
La compra es, en el fondo, la confirmación de una crisis profunda:
los viejos estudios ya no pueden sostenerse en un mercado devorado por las plataformas; y los reguladores no han mostrado capacidad, voluntad ni claridad para frenar una concentración que redefine cómo se produce, distribuye y consume la cultura.
Netflix no solo ganó la guerra del streaming.
Ahora está conquistando lo que queda del Hollywood clásico.
Y el mundo entero verá —en su plataforma— las consecuencias.