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México.- El sueño de vivir el Mundial 2026 desde las gradas se ha convertido en un lujo imposible para la mayoría de los mexicanos. Así lo reconoció sin rodeos Octavio de la Torre de Stéffano, presidente de la Concanaco-Servytur, quien calificó como “impagables” las entradas para los partidos que se jugarán en México. Ni siquiera una familia de clase media alta, dijo, puede costear la experiencia.
Las advertencias no son exageradas. Aunque la FIFA abrió una fase con boletos “más accesibles” desde 1,092 pesos, la realidad del mercado paralelo es brutal: la reventa ya ofrece entradas entre 65 mil pesos y 22 millones de pesos, según reportes recientes. Cifras que rayan en lo absurdo y dejan fuera a prácticamente todo el país.
El dirigente empresarial reconoció que ni él mismo podrá asistir. Su familia es de seis integrantes, y los precios —afirmó— equivalen a comprar tres departamentos. La situación ha obligado al gobierno federal y a las autoridades de la CDMX, Guadalajara y Monterrey a preparar espacios públicos tipo “fan zones” para que la población pueda ver los partidos lejos de los estadios que, irónicamente, están en su propio territorio.
“Yo fui al Mundial de Moscú. Y es infinitamente más caro el de México”, lamentó De la Torre, quien también admitió que el sector privado no controla los precios, y que en la práctica impera la libre competencia… incluso si eso significa que el fútbol queda reservado para una élite diminuta.
La postura contrasta con el discurso oficial, que asegura estar “acercando la fiesta a todos” mediante zonas de visualización masiva. Para muchos, estas alternativas no resuelven la raíz del problema: el Mundial más caro de la historia para los mexicanos se jugará en casa, pero millones solo podrán verlo en pantallas gigantes montadas en plazas públicas.
Pese al malestar por los costos, el sector privado anticipa una derrama económica gigantesca. Aunque la cifra oficial es de 65 mil millones de pesos, la Concanaco calcula que podría duplicarse, gracias al turismo, la venta de alimentos, servicios y celebraciones masivas. Tan solo la Ciudad de México espera ingresos por 34 mil millones; Monterrey, 14 mil; y Guadalajara, 11 mil, además de unos 12 mil empleos temporales.
Pero el contraste es inevitable: mientras la derrama crecerá en manos de unos cuantos, la mayoría de los mexicanos verá el Mundial desde afuera, literalmente. Entre boletos inaccesibles, reventa descontrolada y precios que superan la lógica del mercado local, el Mundial 2026 en México ya está marcado por la desigualdad.