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Tras reunirse con los titulares de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas de Guerrero (CEBP), Alejandro García Solorio, y de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas (CEAV), Enedina Medrano Serrano, la madre buscadora Gloria Maganda Hernández expresó su “insatisfacción” por la falta de avances en la localización de su hijo, Pablo César Maganda Hernández.
Integrante del colectivo de familiares de personas desaparecidas María Herrera, Gloria busca a su hijo desde hace 18 años. Él fue visto por última vez el 27 de julio de 2007, cuando tenía 22 años y trabajaba como taxista en la zona de Playa Encantada y Barra Vieja, en Acapulco.
En entrevista para Bajo Palabra, afirmó haber perdido la confianza en las autoridades, pues la Fiscalía General del Estado (FGE) retomó el caso únicamente después de que este medio lo expuso directamente a la presidenta Claudia Sheinbaum, el 16 de mayo pasado, durante la conferencia matutina
En la reunión también participaron representantes del Servicio Médico Forense (Semefo) y de la Comisión de Derechos Humanos de Guerrero. Ahí, Maganda Hernández exigió la búsqueda e investigación tanto de su hijo como de su hermano, Armando Maganda Hernández. Denunció además que nunca le informaron que los trabajos de localización habían comenzado desde mayo.
La madre relató que durante 18 años la FGE “escondió” la carpeta de investigación, a pesar de sus constantes solicitudes. Incluso, cuando interpuso un amparo ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la respuesta fue que no existía denuncia por la desaparición de su hijo.
No fue sino hasta el 27 de mayo, tras la presión generada por la exposición pública de su caso, que el fiscal especializado en Desaparición Forzada, Francisco Martínez Delgado, le entregó la carpeta: “que decían que yo no tenía ni denuncia”.
Gloria Maganda recordó que, tras la desaparición de Pablo César, su hermano Armando interpuso una denuncia contra las últimas personas que tuvieron contacto con él. Sin embargo, también fue desaparecido, lo que obligó a toda su familia a desplazarse forzosamente de Acapulco por temor a represalias.
Al revisar el expediente —que apareció 17 años después—, encontró los nombres de los presuntos responsables de la desaparición de su hijo. “Las autoridades, a los tres meses, ya sabían quién se lo había llevado. Pienso que por eso me escondieron la carpeta”, señaló.
A pesar de las pruebas de ADN y del hallazgo de cuerpos en los meses posteriores a la denuncia, los resultados han sido negativos. Durante estos años, Gloria ha buscado a su hijo en el Semefo, en centros de reinserción social, en comunidades de Guerrero y en jornadas de colocación de fichas en Acapulco y Chilpancingo, con la esperanza de conocer su paradero.
Pablo César había vivido en Estados Unidos, pero en 2007 regresó a México para trabajar como taxista. Desde entonces, su madre mantiene viva la exigencia de justicia y la esperanza de encontrarlo.