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Lo nuevo son los ciudadanos. Cambio de régimen. Re configuración de partidos políticos

En este artículo, Luis Enrique Ríos Saucedo señala que México vive un cambio de régimen que transforma el sistema partidista: PRI, PAN y PRD se debilitan, mientras Morena y MC ganan terreno

"A nadie debe extrañar que, ante el cambio de régimen, también exista una reconfiguración de los partidos"

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Por Luis Enrique Ríos Saucedo

Primero empezó el cambio en la sociedad. Luego, en 2018, comenzó a gestarse el cambio desde el gobierno. Hay un cambio de régimen en nuestro país: desaparece inexorablemente el anterior y tarda en definirse el nuevo. No hay sustitución de un día para otro, como nunca la ha habido en toda nuestra historia.

A nadie debe extrañar que, ante el cambio de régimen, también exista una reconfiguración de los partidos políticos, de sus composiciones internas, de sus apoyos externos y de sus zonas de influencia.

  1. Hay quienes no entienden que las cosas están cambiando respecto a cómo eran antes de 2018; aún deliran con la recuperación de aquellos momentos. Priistas, panistas y perredistas doctrinarios —tal vez no se crea, pero los hay aún— piensan que lo acontecido entre 1988 y 2018, cuando alternaron la presidencia de la república y los gobiernos estatales, podrá reeditarse ante la venidera caída de Morena.
  2. Hay otros que consideran que, en efecto, PRI y PAN inevitablemente seguirán la ruta del PRD y se quedan con gusto a cerrar el changarro, porque, al igual que a los “chuchos” del partido amarillo, les podrá ir muy bien económicamente en la declaración de quiebra de sus negocios partidistas.
  3. Y hay muchos más que no tienen duda en reconocer que las cosas cambiaron, pero eso no significa que deban quedar al margen del nuevo reparto del poder ni de los beneficios inherentes a la distribución, como los negocios y el dinero. Sin mayor explicación, ya se adaptan a los patrones políticos que mandan en Morena. Hay legiones de priistas, perredistas y panistas que caracterizaban a AMLO como enemigo de las instituciones y peligro para el país en las décadas de 2000 a 2020, pero que ahora, sin reparo, se mimetizan al color del partido que hegemoniza las nuevas instituciones. Hacen eco de la aspiración morenista de mantenerse veinte o treinta años en el poder.
  4. También hay pocos, por ahora, que han decidido transitar de los viejos partidos hacia partidos que no son Morena, pero que han logrado consolidarse ante el cambio de régimen. De poca influencia antes de 2018, han cobrado auge ahora. Aunque de diferente naturaleza, PT, PVEM y MC han visto fortalecidos sus números de votos y espacios de representación popular. Priistas, panistas y perredistas que no quieren o no pueden colocarse en Morena transitan hacia alguno de estos tres partidos.
  5. Igualmente, hay pocos, por ahora, que han decidido moverse de Morena para ubicarse en PT, PVEM o MC. Sin embargo, no es lo mismo. Mientras PT y PVEM crecen a la sombra de su coalición con Morena, Movimiento Ciudadano, durante dos procesos federales y varios locales, decidió, atinadamente, ir solo. Por lo tanto, quienes optan por estar en MC después de haber militado en otros partidos lo hacen con claridad de que son adversarios tanto del poder decadente como del nuevo poder. En 2024, Sheinbaum fue con Morena, PT y PVEM; Gálvez con PAN, PRI y PRD; y Máynez, solo con MC. El partido que porcentualmente más creció fue MC.
  6. Mención aparte merecen aquellos que dan forma a un fenómeno que se da no solo en Guerrero: quienes, ante su escasa comprensión de la política y sin saber reinventarse ante los tiempos nuevos, cada día apuestan a un partido distinto y, desde la ansiedad, corren a la histeria; del ruido valentón pasan al llanto de arrepentimiento para ser perdonados por su conjura, desesperados por no saber quién será el ganador ni cómo ubicarse ahí sin equivocarse. Deshojan la margarita porque no quieren perder y porque, al final, no tienen un proyecto colectivo, sino solo su egoísta interés individual.

El tema es tomar decisiones y no renegar de ellas. Estar en la política implica raciocinio, pero también valor y riesgo. Salir de donde no se debe estar y tener entereza para construir, desde la adversidad, nuevas opciones.

LA REESTRUCTURACIÓN PARTIDISTA ES LÓGICA E INEVITABLE. NO ES LA PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA.

En los últimos años del porfiriato abundaron los grupos y partidos políticos, casi todos girando en torno al dictador, hasta que aparecieron las organizaciones magonistas y maderistas, con distintos objetivos, pero desfavorables a Díaz. Entre la Revolución y el cardenismo se conformaron otros partidos y organizaciones, y desapareció la mayoría de los que se habían creado en la dictadura. La dinámica posrevolucionaria fue tan intensa como la propia Revolución: se generaron nuevas realidades políticas y sociales para las cuales se construyeron nuevos partidos. Uno de ellos, a la postre, trascendió esa etapa y la siguiente, hasta durar 90 años en el control del poder.

El cardenismo fue un respiro significativo para las masas que habían hecho la Revolución; pero, tras su gobierno, se impuso una dictadura partidista por décadas. Esta nueva dictadura explotó al máximo la gran legitimidad popular que tuvieron las políticas sociales y las reformas impulsadas por el general Cárdenas. En torno al partido hegemónico orbitaron otros partidos para avalar la inexistente competencia electoral. La reforma reyesherolista fue un respiro para la oposición, pero no necesariamente trajo democracia.

La coyuntura política de 1987-88 lanzó a nuevos partidos a la palestra; los empujes sociales, a pesar del partido dictatorial y del conservadurismo salinista —no sin cuota de sangre—, trajeron reformas y, con ellas, nuevas organizaciones partidistas de izquierda, centro y derecha. La aspiración bipartidista neoliberal no pudo sostenerse por más tiempo, pese a haber sido diseñada desde el extranjero. Finalmente, la larga lucha del movimiento obradorista y su triunfo en 2018 nos colocaron en una nueva etapa de los partidos políticos.

La incesante historia de los partidos y organizaciones encierra las historias de quienes se consagran a la política: caudillos, dirigentes, agrupaciones y militantes que, al convulsionar el régimen en el que se gestaron sus organizaciones, tuvieron que optar entre dejar de hacer política o continuar. Cuando decidieron continuar, lo hicieron en las nuevas organizaciones del nuevo régimen, ajustándose a las nuevas realidades.

El fenómeno de la militancia en nuevos partidos es recurrente en la historia. Militantes del PMS, PSUM, PPS, PARM, PST o PFCRN se asimilaron a las distintas corrientes del PRD, del mismo modo que la escisión nacionalista del PRI —agrupada en la Corriente Democrática— se integró a ese partido, junto con organizaciones como la OIR, el MAS y sectores del PRT. Luego, muchos transitaron a Morena. Lo mismo ocurrió con organizaciones de derecha que se vincularon, por etapas, a los partidos de esa tendencia: PAN, PDM, PAS, PANAL, PES, entre otros.

NUEVAS REALIDADES, NUEVAS MILITANCIAS.

Nadie puede sorprenderse de que esta agonía del régimen anterior esté dando paso a una etapa de redefiniciones. La realidad ha cambiado. AMLO y su movimiento —que no su partido— trastocaron la existencia del régimen surgido tras 1988. Entonces, también la política cambia, guste o no, se entienda o no. Como en todo cambio, habrá quienes se resistan y no logren sobrevivir, intentando aplicar las viejas formas inútiles y caducas. Otros se ajustarán y reconocerán que ya no existe más lo que antes conocieron. Y habrá prácticas, estilos y prejuicios del pasado subsumidos en este momento de tránsito y en el nuevo que aún no se define; nada desaparece totalmente de inmediato, solo deja de ejercer hegemonía.

Aún no está definido lo que sigue. No será igual a lo de antes, pero tampoco como lo desean los oportunistas que pretenden quedarse con el control del presente para prolongarse en el futuro. Quienes habrán de decidir cómo será el nuevo régimen serán los ciudadanos que han aprendido la historia mucho más rápido que los políticos y que, de muchas formas, empiezan a visibilizarse.

De los partidos de la dictadura a los partidos de los caudillos; de los partidos de masas a los de sectores; de los partidos de corrientes a una política con fuerte presencia de movimientos ciudadanos. Manipular diciendo que los ciudadanos participan mucho porque hay diez millones de afiliados o setenta mil comités seccionales no es más que reproducir las viejas estrategias del corporativismo. Las aspiraciones de las cúpulas morenistas parecen más una aplicación tardía del manual priista de los años sesenta o setenta que una expresión de izquierda social, moderna y ciudadana.

No hay democracia para el pueblo cuando priva el acarreo que hacen regidores, diputados, senadores y gobernadores, peleando entre ellos por cada comité de gente que no va por convicción a su “asamblea seccional”, sino a llenar urnas sin debatir cómo va la comunidad, el municipio o el estado en tiempos de la autodenominada Cuarta Transformación. Solo es “votas y te vas”.

No entienden que lo que sirve hoy son los ciudadanos conscientes de sus derechos, que consensan causas comunes y se organizan con claridad.

Que Morena no cante victoria. La sociedad ha aprendido ampliamente en tantos años de lucha y ya identifica la simulación y la mentira de quienes se apropiaron del cambio que no construyeron, sino al que se montaron con oportunismo discursivo, al estilo de las viejas corrientes perredistas o los grupos salinistas.

Quienes nunca tuvieron convicción en el cambio muy pronto mostrarán sus verdaderas conductas; habrán de ser descubiertos y desenmascarados por la gente. Será la ciudadanía quien tenga la última palabra en este momento de cambio en construcción. La voluntad de cambio ya forma parte del ADN social. Es cuestión de tiempo para que Morena Guerrero —como en otras partes del país— sea descubierto tal cual es por la gente.

Son momentos de reconfiguración política y partidista. Hay muchos ajustes y movimientos: por convicción, por análisis, por intereses egoístas, por adicción al poder, por comodidad, por heroísmo, por conciencia, por ayudar al pueblo, por anticiparse a la historia, por protagonismo enfermizo, por caballo de Troya, por lectura equivocada, por experimentar, por esquirolaje, por negocio, por martirio, por placer, por moda, por compadrazgo, por solidaridad, por extremismo… por la razón que sea. Pero hay y habrá muchos cambios de bando y de partido en estos años, hasta que se consolide un nuevo momento duradero en nuestra historia.

La dialéctica siempre servirá para analizar que, al final, quien sanciona la lucha entre las contradicciones es la gente. Ningún partido o político puede engañarse creyendo que ya llegó para quedarse eternamente. Los ciudadanos organizados en torno a causas comunes tendrán la última palabra por mucho tiempo. Los partidos que lo entiendan serán los protagonistas de las siguientes décadas.

Esta es la coyuntura favorable para Movimiento Ciudadano. Al parecer, así lo está entendiendo.

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