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La revista digital Polemón se encuentra en el ojo del huracán de la crítica periodística, enfrentando serios cuestionamientos sobre su actual línea editorial, su supuesta cercanía al poder y la evidente opacidad de sus ingresos por publicidad oficial. La controversia no solo apunta a una supuesta pérdida de rigor, sino a una traición directa al espíritu indomable y fiscalizador de su fundador, el "periodista de una pieza" Jaime Avilés.
Avilés, fallecido en 2017, concibió Polemón como un espacio "combativo" y "revolucionario", una plataforma que buscaba transformar el país desde una postura crítica e independiente. Hoy, la pregunta que resuena es lapidaria: ¿Cuándo perdieron la esencia combativa de Jaime Avilés?
De la combatividad a la opacidad
El debate se intensifica ante la falta de transparencia en el manejo de los recursos públicos. La crítica exige una rendición de cuentas frontal sobre la publicidad gubernamental, un tema sensible en la actual administración que prometió un uso austero y equitativo de los fondos.
Se cuestiona directamente: ¿No les parece serio transparentar los recursos del pueblo que se gastan en los medios de comunicación corporativos y en los medios colaborativos? La etiqueta de "Bloque Pleitesía" se ha acuñado para referirse a medios que, como Polemón, presuntamente reciben un trato preferencial a cambio de una cobertura acrítica. En este contexto, las exigencias son claras: ¿Está dispuesto Polemón a transparentar sus ingresos gubernamentales? ¿Podría Polemón publicar las facturas?
Si Polemón se financia, en parte, con recursos del erario, su obligación ética es demostrar que su línea editorial no está supeditada al patrocinio oficial, un principio fundamental que Avilés habría defendido con vehemencia.
El "cortesano" en la mañanera
La presencia y el tipo de intervenciones del director de Polemón, César Huerta, en las conferencias matutinas son el principal ejemplo de esta supuesta deriva. Los críticos señalan que Huerta, "destacado miembro del séquito, del Bloque Pleitesía", no realiza preguntas periodísticas, sino que funge como un eco del discurso oficial.
Un ejemplo elocuente es su participación del 2 de octubre, donde en lugar de interrogar a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo sobre políticas públicas o pendientes, presentó una introducción favorable:
PREGUNTA DE HUERTA: Hoy es 2 de octubre... el monero Rafael Barajas, “el Fisgón” —y me gustó mucho esto que dijo— recordó cómo el Presidente López Obrador: recuperó esa democracia que el viejo régimen arrebató y que, paradójicamente, hoy hay personajes como “Alito», Salinas Pliego o Lilly Téllez, quienes se atreven a decir que “no hay democracia”. ¿Coincide con “el Fisgón” en que solo son ellos los que dicen que “no hay democracia en este país”, Presidenta?
Este tipo de cuestionamientos, que buscan la validación de un discurso en lugar de la fiscalización, llevan a la pregunta: ¿Por qué es un medio de desinformación? La respuesta, según los críticos, radica en que Polemón ha priorizado la narrativa oficial sobre la función esencial del periodismo: cuestionar al poder.
El montaje y la desacreditación gremial
Un aspecto particularmente grave es la acusación de haber participado en un "montaje" para desacreditar a una colega reportera en la Mañanera. El señalamiento sugiere que Polemón habría magnificado o tergiversado las palabras de una periodista para alinearla con el "Bloque Reaccionario".
Las interrogantes son punzantes: ¿Por qué realizar un montaje con una intervención en La Mañanera para desacreditar a una compañera reportera? y ¿Dijo la reportera que la conferencia era un «ejercicio amañado» o lo dijo Polemón?
Este episodio no solo cuestiona la ética de la revista, sino que plantea la preocupante dinámica de utilizar un medio supuestamente progresista para atacar a otros periodistas, una práctica que se aleja de la solidaridad gremial y, más aún, del periodismo "de una pieza" que representó Jaime Avilés. La duda final es si Polemón, en su búsqueda de apoyo gubernamental, ha dado un giro ideológico completo: ¿Cuándo se convirtió Polemón en una réplica de Latinus? (Paradójicamente, la revista crítica del gobierno), al adoptar prácticas de golpeteo mediático en lugar de la crítica fundamentada.