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El desarrollo de la inteligencia artificial ha permitido el surgimiento de los llamados "griefbots" o "deadbots", chatbots que recrean digitalmente a personas fallecidas mediante el uso de sus datos personales. Esta tecnología, que ya es comercializada por diversas empresas, plantea importantes cuestiones éticas y de privacidad.
Expertos como Katarzyna Nowaczyk-Basińska, investigadora de la Universidad de Cambridge, señalan que estos sistemas funcionan analizando grandes cantidades de datos personales (mensajes, grabaciones de voz, videos) para predecir cómo habría respondido la persona en diferentes situaciones. Actualmente, Estados Unidos es el principal mercado para estos servicios, que incluyen tanto chatbots como hologramas.
Entre los principales desafíos éticos destacan: el consentimiento para usar datos de fallecidos, la posible explotación comercial de esta información y el impacto emocional en usuarios vulnerables, especialmente niños. Aunque podrían tener aplicaciones positivas como archivos interactivos de figuras históricas o familiares, los especialistas advierten sobre la necesidad de establecer regulaciones claras.
La industria de la "inmortalidad digital" ha evolucionado de proyectos teóricos a productos reales en la última década, impulsada por los avances en inteligencia artificial generativa. Sin embargo, los investigadores enfatizan que estas tecnologías no deben confundirse con la persona fallecida, sino entenderse como sofisticadas simulaciones basadas en datos.