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La doble moral: arma de destrucción masiva | INFORME PENINSULAR

El fentanilo sigue siendo el protagonista de los discursos injerencistas y una de las principales causas de muerte en su población vulnerable.

La doble guerra del fentanilo.

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Por: Eduardo Serna


Aniquilar pueblos y personas es algo que se ha modernizado, al ritmo que el tambor de los tiempos nos impone. Donald Trump, presidente de Estados Unidos (EU), ha denominado al fentanilo como arma de "destrucción masiva". Y efectivamente es muy penoso el número de seres humanos que mueren año con año por el consumo de estupefacientes en el mundo, pero especialmente en el país vecino del norte.

El problema que se puede observar críticamente con estas declaraciones es que su guerra contra el narcotráfico es una hipocresía, el famoso doble estándar neocolonial que es la mayor arma de destrucción masiva en estos momentos, ya que es un pretexto para poder hacerse de recursos minerales y petróleo de los supuestos países productores de narcóticos en el sur, esta guerra falsa no va acompañada de políticas públicas y punitivas dentro de su propio país.

Y mientras el fentanilo sigue siendo el protagonista de los discursos injerencistas y una de las principales causas de muerte en su población vulnerable, poco se dice de los puertos y bancos estadounidenses que mueven el dinero del narcotráfico como si fuera mercancía legal. Tampoco se menciona, por ejemplo, que la farmacéutica Purdue, impulsora del OxyContin, pagó multas millonarias pero ninguno de sus ejecutivos pisó una cárcel. Es la misma doble moral que criminaliza al consumidor pobre y blanquea al traficante de cuello blanco. Una guerra que no es contra las drogas, sino contra los eslabones más débiles de la cadena localizados en el extranjero; mientras en casa se sigue lavando dinero a mansalva en las bolsas de valores.

Curiosamente, dentro de esta polémica declaración omitió mencionar otras armas de destrucción masiva, que fácilmente merecen ese título por el número de víctimas que contabilizan; y para completar la tríada apocalíptica, sería muy certero mencionarlas:

Bloqueos Económicos: 564,000 muertos anuales a nivel global: Un estudio publicado en TheLancet Global Health por el Center forEconomic and PolicyResearch estima que las sanciones económicas unilaterales causan aproximadamente 564,000 muertes anualmente a nivel global. Esto equivale a más de medio millón de víctimas civiles al año, comparable al total de muertes causadas por conflictos armados. Las sanciones unilaterales, especialmente las impuestas por Estados Unidos, pueden ser más letales que las sanciones multilaterales de la ONU, ya que estas últimas están diseñadas para minimizar el impacto en la población civil.

Las sanciones, disfrazadas de herramienta diplomática, son en realidad un castigo colectivo. En países como Venezuela, Siria o Irán, los hospitales se quedan sin medicamentos, los niños sin vacunas, las familias sin alimentos importados. No son "daños colaterales", son muertes calculadas. Mientras tanto, los mismos gobiernos que imponen estos bloqueos se llenan la boca hablando de derechos humanos. Cada sanción es un permiso para matar sin disparar un solo tiro, una violencia silenciosa y burocrática que no aparece en los titulares.

Coca-Cola Company: 184,000 muertes anuales por bebidas azucaradas: Un estudio publicado en el American HeartAssociation'sCirculationJournal reporta que las bebidas azucaradas y gaseosas causan 184,000 muertes anuales globalmente, principalmente por diabetes, 45,000 por enfermedades cardiovasculares y una cantidad menor por cáncer. México ocupa el primer lugar con una tasa de mortalidad de 450 muertes por millón de adultos, seguido por Estados Unidos con 125 muertes por millón de adultos. Dos tercios de las muertes relacionadas ocurrieron en países de bajos o medianos ingresos.

Coca-Cola no vende solo una bebida; vende un supuesto pedazo de "felicidad enlatada". Lo hace a través de publicidad masiva, patrocinios en escuelas, clubes deportivos, desfiles navideños y acuerdos con gobiernos. El resultado es que la diabetes y la obesidad se han convertido en epidemias globales. Es una muerte gradual, tan masiva como la de cualquier guerra, pero normalizada porque deja ganancias, no cadáveres visibles. Aquí no hay narcotraficantes que perseguir, sólo accionistas que celebrar.

Fentanilo: Más de 250,000 muertes en tres años: Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos reportaron que más de 250,000 personas murieron entre 2021 y 2023 por sobredosis relacionadas con opioides sintéticos, principalmente fentanilo. En 2021 solamente, casi 70,000 personas murieron por sobredosis de drogas que involucraron fentanilo, lo que representa un aumento de casi cuatro veces en cinco años. Para 2021, aproximadamente dos tercios de todas las muertes por sobredosis en EU involucraron al fentanilo. Paradójicamente, esta pandemia de adicción está ampliamente documentada, involucrando en gran medida al sistema de salud y farmacéutico de EU.

Cada número era una vida. Hablar de armas de destrucción masiva es hablar del necrocapitalismo y su doble moral. Se mata con sanciones que asfixian pequeñas economías, o con productos que enferman y con políticas que abandonan y despojan. Lejos de creerse el pseudo Policía del mundo, el gobierno de EU debería salvar a sus ciudadanos de las dinámicas que sus élites crearon, y que se rigen siempre con los mismos patrones: el beneficio económico a cualquier costo, la hipocresía geopolítica, la deshumanización del otro. Ya no alcanza la indignación que despiertan este tipo de "líderes" que nos llevan al borde de la aniquilación. Como siempre, los invito a reflexionar.Para cerrar, les comparto un breve relato que ilustra en gran medida el problema:

El país prohibido

Alejándose del puente en el que vivió, John Taylor, de 28 años, empuja su carrito de supermercado lleno de cacharros que vende a las recicladoras de L.A. En 2015 John sufrió una lesión en la rodilla. Un médico traumatólogo graduado de la Johns Hopkins University tomó el rol de agente de viajes al extenderle la receta que fue su boleto al exilio social.

Por su condición, John tuvo que migrar a los basureros de la ciudad que arropa la fábrica de sueños falsos del mundo. Alejándose de ese puente gris en el que vivió, este será el día en que John Taylor comprará su última dosis de fentanilo y entonces dejará de ser él. Por la tarde se convertirá en una cifra estadística, para así nuevamente volver a ser parte del país que le fue prohibido.

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