Table of Contents
Santiago de Chile.- La victoria de José Antonio Kast marca un punto de inflexión en la historia política reciente de Chile. El abogado, exdiputado y líder del Partido Republicano se convirtió este domingo en el primer dirigente abiertamente vinculado al pinochetismo que alcanza la presidencia desde el retorno a la democracia, sumándose además al avance global de líderes de extrema derecha.
Con 59 años, Kast asumirá el próximo 11 de marzo tras imponerse con holgura a la candidata de izquierda Jeannette Jara. Su llegada al poder rompe un consenso tácito que, durante más de tres décadas, había mantenido fuera de La Moneda a figuras que reivindican o justifican la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Su vínculo con ese periodo no es nuevo. En 1988, cuando aún era estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica, Kast participó activamente en la campaña televisiva a favor de la continuidad del régimen militar en el plebiscito que finalmente abrió paso a la transición democrática. Décadas más tarde, en su primera carrera presidencial, no dudó en afirmar: “Si estuviera vivo, votaría por mí”.
Hasta ahora, el único presidente de derecha electo democráticamente había sido Sebastián Piñera, quien gobernó en dos periodos no consecutivos y votó contra la permanencia de Pinochet. La diferencia, subrayan analistas, no es menor. “Kast es heredero directo de la tradición pinochetista”, explica Octavio Avendaño, académico de la Universidad de Chile, quien recuerda además que es hermano de Miguel Kast, exministro del régimen y expresidente del Banco Central, figura influyente para la derecha neoliberal.
Moderación en las formas, dureza en el fondo
A diferencia de sus campañas anteriores, Kast optó esta vez por un tono más contenido. Evitó referencias explícitas a la dictadura y bajó el perfil de sus posturas más conservadoras en temas como aborto o derechos reproductivos, con el objetivo de ampliar su base electoral, especialmente entre mujeres y jóvenes.
Padre de nueve hijos y católico practicante, fue presidente de la red internacional Political Network for Values, dedicada a la promoción de agendas conservadoras en Iberoamérica. Sin embargo, durante la campaña insistió en que no se enfocará en la “batalla cultural”, sino en lo que define como las “urgencias del país”.
La seguridad pública fue el eje central de su discurso. Kast prometió un “gobierno de emergencia” para enfrentar lo que considera la peor crisis de delincuencia en la historia reciente, pese a que Chile mantiene tasas de homicidios relativamente bajas en comparación regional. Entre sus principales propuestas figuran expulsiones masivas de migrantes, el endurecimiento del control fronterizo, mayor despliegue policial y la criminalización de la migración irregular.
Incluso fijó plazos: dio cuenta regresiva a los cerca de 340 mil migrantes en situación irregular para abandonar voluntariamente el país antes de su toma de posesión. “Tienen 98 días para salir de Chile”, advirtió en el último debate presidencial.
Promesas bajo la lupa
Más allá del discurso de orden, persisten interrogantes sobre la viabilidad de su programa económico. Kast plantea un recorte fiscal de 6 mil millones de dólares en 18 meses sin afectar el gasto social, una meta que economistas de distintas corrientes consideran inviable. Tampoco ha sido claro respecto a si indultará o no a exmilitares condenados por violaciones a los derechos humanos, uno de los temas más sensibles de su eventual gobierno.
Lejos de ser un outsider, Kast acumula una larga trayectoria política. Fue diputado durante 16 años por la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido fundado en la dictadura, del que se alejó antes de su primera candidatura presidencial. En 2019 creó el Partido Republicano, con el que perdió frente a Gabriel Boric en 2021 y lideró en 2023 el segundo —y fallido— proceso constitucional.
“En ese proceso no actuó como estadista ni facilitó una salida de consenso”, sostiene Carlos Malamud, del Real Instituto Elcano, quien considera que Kast privilegió una visión ideológica por sobre una solución institucional.
Liderazgo ultra y futuro incierto
Admirador del salvadoreño Nayib Bukele y de la italiana Giorgia Meloni, Kast se diferencia de otros líderes de ultraderecha por un estilo menos confrontacional, aunque comparte con ellos una agenda de orden, mercado y valores conservadores. En sus actos no han faltado guiños simbólicos, como gorras con el lema trumpista “MAGA”, y mantiene vínculos con formaciones como Vox, en España.
Su ascenso ha desplazado a la derecha tradicional agrupada en Chile Vamos, a la que terminó absorbiendo electoralmente. La incógnita ahora es si gobernará apoyándose en los sectores más duros de su base o si buscará acuerdos con ese bloque para avanzar en un Congreso fragmentado y sin mayorías claras.
El desafío, coinciden analistas, será definir si Kast gobernará como un líder de ruptura o como un presidente dispuesto a transitar por los márgenes del consenso democrático que Chile sostuvo durante más de 30 años.