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Habitar el lenguaje en el más allá de la letra: una lectura de 9tubohouse de Jeremías Marquines

Un texto del poeta: Roberto Velásquez García*

El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre".

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El pasado miércoles 24 de julio se llevó a cabo la presentación del libro 9tubohouse Makoto Masuzawa y la residencia del señor H del poeta tabasqueño Jeremías Marquines en Centro Cultural "Casa Aurora" a cargo de Instituto de Seguridad Social del Estado de Tabasco (ISSET).

El evento se realizó gracias a los auspicios de la contadora pública Aurora Patricia Moheno Pérez, subdirectora de Cultura, Deporte y Recreación del ISSET, y la poeta y promotora cultural María Zamo, quien organizó la velada literaria.

Asistieron diversas personalidades de la cultura y el arte de la capital del estado que disfrutaron los análisis y comentarios de los presentadores, los poetas: Domingo Alejandro Luciano (escritor en Yokot'an) y Roberto Velásquez García.

Le compartimos el magistral texto que el maestro en teoría crítica y psicoanálisis Roberto Velásquez García preparó para tan especial momento:


En los avatares del lenguaje, el espacio y el tiempo.

Lo que voy a compartir es mi experiencia de lectura, experiencia que por sí misma implica una relación con el texto, condicionada por una serie de acontecimientos formativos de mi historia; ustedes escucharán parcialmente mi voz sobre el libro de Jeremías Marquines, 9tubohouse Makoto Masuzawa y la residencia del señor H. Una forma de entrar en la casa de mi amigo, de su morada, pero lo haré desde mi andar. Para dar inicio a mi comentario, citaré este pasaje de Heidegger: “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada “2 (p.11).

El libro, siendo un margen de letras, un tejido textual que sostiene la atención del lector que -ansiado de sentido- busca un significado dentro de lo leído. Al abrirlo, cae en la sorpresa del encuentro, en un simple establecimiento relacional de ojo y letra, se topa con lo inaccesible del lenguaje poético: desde el título, el juego significante de la letra y número, y en los versos cómo: Las cucharas son meteoros tristes (p.24), nos pone en relación a la función poética que Jakobson3 proponía, una relación de referencia al mensaje mismo, un más allá de las cosas, y de las letras.

Domingo Alejandro Luciano, Jeremías Marquines y Roberto Velásquez García.

Esta función no es de comunicación, la experiencia estética abarca en parte lo sublime, y a su vez lo sublime, tiene que ver en una parte con la inefabilidad, más bien con la sensación. Se debe quizá, deconstruir la relación con el texto; y la transmisión de algún sentido, dependerá del lector, incluso más allá del mismo, que significado se depositará entre las líneas.

Esa polisemia, la multivocidad de significados, reflejan una parte de la travesía del lenguaje, en el cual estamos arrojados y las palabras que habitamos, la lengua que nos constituye y nos precede, incluso agregaría, la lengua que nos padece, tiene una sentencia dolorosa y atrapante, tal como podemos seguir con el Señor H.: “Hasta el dolor necesita espacio” (p.9), o “En la carta hay una palabra impronunciable dentro de otra que nunca pudo ser dicha” (p.49) tal como comenta en el libro Jeremías. Pero, por otro lado, o quizá el mismo, el lenguaje es la posibilidad echa imposible.

Público asistente.

El lenguaje, es una estructuración en falta, como sistema no alcanza a decir las cosas mismas, no brotan los conceptos de las cosas, no hay una relación como la epistemología tradicional recalca, entre sujeto y objeto; hay lenguaje, y este hace la ficción de la relación, Lacan dirá “toda verdad tiene una estructura de ficción”. El habla automática, esta serie de relaciones hegemónicas gramaticales, solo instauran un sentido único incuestionable, metáfora endurecida y petrificada4 que anula toda posibilidad de sentido-otro, mutilando la polisemia de significaciones, haciendo ver incluso, que solo una casa es una casa, no importando el tamaño de la misma, con tal de que sea habitable, olvidando que el humano es un animal poético, que el espacio que habita forma historia, forma tiempo. Afortunadamente, no hay una forma exclusiva de nombrar las cosas, no hay una sola manera de escribir y leer. Desde hace tiempo, las cosas no son las mismas, las cosas no son sin palabras, la palabra, recipiente muerto. Nietzsche lo proclamó en la ciencia jovial: Dios (en tanto significante), ha muerto, Dios sigue muerto, y nosotros lo hemos matado. Jeremías comenta: “Un hueco en el universo ocupa el lugar de Dios” (p.46).

El “hacer” del poeta, fue silenciado desde la República de Platón, precisamente por su capacidad de enunciar desde la diferencia, al mundo. Por la posibilidad de cómo habitar al lenguaje, lo des-automatiza, pero también transmite lo que- en el Ser- que en cada caso somos nosotros mismos, formamos. Sobre esto, quiero citar a Steiner: “El poeta procede inquietantemente a semejanza de los dioses. Su canto edifica ciudades; sus palabras tienen ese poder que, por encima de todos los demás, los dioses querrían negarle al hombre, el poder de conferir una vida duradera”5 (p.54).

A lo largo del libro de Jeremías, el señor H. sigue la travesía de la vida habitada, de historias, recuerdos y vacíos. Habitar el lenguaje implica un hacer, constituye lo que denominamos como lo “propiamente humano”, y sus momentos históricos que le preceden por la lengua que le habita y retornan como fantasmas, cito a Jeremías: Así como fueron los dibujos de bisontes y lobos en las cuevas del hombre primitivo, ahora, las marcas de los clavos que dejan las fotos de los muertos y las celebraciones, las manchas del barniz en las baldosas cuando las niñas comienzan a pintarse las uñas, el hollín que nadie pudo quitar del último incendio en la cocina, los rasguños del gato en las patas de la mesa son las huellas de nuestra vida en el paisaje (p.30) . Fin de la cita.

María Zamo, Domingo Alejandro, Jeremías Marquines, Aurora Moheno y Roberto Velásquez.

El lenguaje común reproduce, el poético produce, el lenguaje automático recrea, el poético traza diferencia en lo considerado como lo mismo. El lenguaje común hace vivir la experiencia de la muerte, y el poético permite habitar la vida, incluso ya un poco más romántico, permite ser autor, en instante, del develamiento de su Ser. Una casa ya no solo es una casa, cito a Jeremías:

No lo tome a mal señor Masuzawa, pero la casa es sueño. El sueño es gravedad de la casa. La casa es libertad y es angustia. Toda casa es metafísica, metáfora fundadora. Se inventa al hablar. Se recrea al habitarla, La casa se aprende de memoria. Es el mundo de la infancia y la leyenda. El tiempo de la casa es siempre un tiempo mítico. En la casa conviven los dioses y la muerte. El futuro de la casa es su pasado. El tiempo es hábito, la casa se habita. Al mirar una casa nos miramos a nosotros mismos (Marquines, p.31).

Para cerrar mi intervención, el libro de Jeremías permite situarnos en los avatares del lenguaje y nuestra relación con el espacio y el tiempo, que acontece en el devenir del señor H, la arquitectura en este caso, las casas tan pequeñas que no hay espacio ni para recordar (p.34), “la casa mínima fue hecha para olvidar que hemos vivido” (p.29).

Actualmente, el tiempo vivido ha quedado en segundo plano, sometido a la maquinaria de oscilación que es el reloj, aquí cito a Carvajal: el reloj inventó el tiempo humano contemporáneo, tiempo dividido en nostalgia que retorna, instante que se vive y promesa que se espera (p.21). El libro de 9tubohouse me hace pensar en lo actual, donde las palabras mueren sin que se les pronuncie en experiencia, parte del fenómeno posmoderno, es la muerte de la experiencia, quedan los aplanamientos del Ser en lo cotidiano, sepultado en lo profundo, porque resulta más importante la voracidad de la imagen de completud aparente que brinda lo digital, que lo diminuto del recuerdo añorado; “El cemento es tan duro que nuestras vidas no dejan huellas de su paso”6 (p.27), cosa que podemos vivir desde nuestra morada en la travesía del señor H: 

“-El tiempo es cementerio-, presume. -El reloj se le cayó a un joven ladrón-, cuenta. El alma del tiempo es la oscilación, explica el señor H.- En toda vida hay un mecanismo de escape, un generador de segundos, y el tuyo está roto-” (p.16).

*Roberto Velásquez García, es maestrante en teoría crítica y psicoanálisis en 17 estudios críticos. Estudió la licenciatura en Psicología en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Ha tomado múltiples seminarios de filosofía y psicoanálisis en el Centro de Estudios Filosóficos, y en el Instituto Psicoanalítico Netzahualcóyotl.

Notas

1 Presentación del Libro 9tubohouse Makoto Masuzawa y la residencia del señor H. De Jeremías Marquines. 24 de Julio del 2024. Editorial Praxis, 2018.

2 Heidegger, M. Carta sobre el humanismo

3 Jakobson, R. Ensayos de lingüística General

4 Nietzsche, F. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral

5 Steiner, G. El lenguaje y el Silencio

6 Carvajal, L. E. Del dolor a la reminiscencia, el tiempo de la experiencia.

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