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Generación Z en México: la mitad está sin trabajo, sin vivienda, sin futuro, el Estado ausente

El país que margina a sus jóvenes: casi 15 millones de mexicanos de 15 a 29 años fuera del mercado laboral.

¿Qué hace el Estado por los jóvenes?

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Ciudad de México.- Mientras el discurso oficial insiste en que la Generación Z “no está politizada” o que simplemente “no quiere participar”, las cifras revelan un panorama mucho más crudo: casi la mitad de los jóvenes mexicanos de 15 a 29 años está fuera de la población económicamente activa. No porque no quieran trabajar, sino porque el país les ofrece cada vez menos espacios para hacerlo.

Los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi son contundentes: de los 30.4 millones de jóvenes en ese rango de edad, 14.5 millones —el 47.6 por ciento— no desempeñaban ninguna actividad económica al primer trimestre de 2025. Y como ocurre en casi todos los indicadores de precariedad, las mujeres llevan la peor parte: representan el 63.4 por ciento de quienes están fuera del mercado laboral.

La precariedad no termina ahí. Apenas una quinta parte de los jóvenes cuenta con estudios profesionales, y 9.8 millones de personas entre 12 y 29 años (26.1%) viven en viviendas con rezago habitacional, según la Comisión Nacional de Vivienda. Es decir: millones de jóvenes sin empleo, sin ingresos suficientes, sin estabilidad y, además, sin un hogar digno.

Para el académico Cristhian Ascencio, del Centro de Estudios Sociológicos de la UNAM, la ecuación es clara: la ausencia de expresiones políticas tradicionales no debe interpretarse como apatía, sino como síntoma de una generación que enfrenta condiciones adversas en múltiples frentes.

“La Generación Z —y en realidad todas las generaciones jóvenes— debe analizarse desde sus necesidades de justicia e integración social, no solo desde sus formas visibles de protesta”, apunta Ascencio. Que hoy no existan movimientos organizados “tan claros” no significa que no enfrenten una realidad asfixiante.

Y razones sobran. Esta generación ha atravesado crisis encadenadas: el colapso económico derivado de la pandemia, la precarización laboral crónica, la imposibilidad de acceder a vivienda, los efectos del cambio climático, el avance de discursos de odio y el ascenso de la ultraderecha en la región. Se trata, en síntesis, de una generación que llegó a la adultez en un entorno hostil y crecientemente cerrado.

El Inegi también confirma que el mercado laboral trata peor a los jóvenes que al resto de la población: mientras la tasa de desocupación general es de 2.5 por ciento, entre quienes tienen entre 15 y 29 años casi se duplica a 4.8 por ciento. Lo que para la narrativa gubernamental son “jóvenes que estudian o no quieren trabajar”, para la estadística es una barrera estructural que los margina de la economía.

La Conavi añade otro golpe de realidad: los jóvenes dominan el mercado de renta porque simplemente no pueden costear una vivienda propia ni acceder a un crédito hipotecario. La promesa del “futuro” —esa que siempre se usa para justificar la paciencia social— se esfuma entre contratos de renta, empleos temporales y salarios que no alcanzan ni para sostener la vida inmediata.

Así, detrás de los discursos que los tildan de desinteresados o “sin causa”, la Generación Z en México carga con un país que no le ofrece ni trabajo, ni vivienda, ni estabilidad. Y mientras desde el poder se les mira con sospecha cuando protestan, los indicadores muestran que no es desinterés: es sobrevivencia.

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