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Moscú/Washington D.C. La posible entrega de misiles de largo alcance Tomahawk a Ucrania ha elevado la temperatura diplomática entre Estados Unidos y Rusia. Mientras Kyiv intensifica sus solicitudes de armamento, el Kremlin minimizó el impacto de la potencial ayuda, advirtiendo que no alterará el curso del conflicto.
El portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, afirmó este lunes que, aunque el Kremlin "analiza atentamente" la cuestión, la entrega de estos misiles "no existe panacea que pueda revertir la situación en los frentes". Peskov subrayó que ni los Tomahawk ni otras armas "podrán cambiar la dinámica" militar a favor de Kyiv.
La solicitud de Zelenski y la discusión en Washington
La polémica surgió después de que The Wall Street Journal informara que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, había solicitado directamente al presidente estadounidense, Donald Trump, el suministro de los misiles Tomahawk, conocidos por su capacidad de alcanzar objetivos a una distancia de hasta 2.500 kilómetros.
La discusión sobre el suministro fue confirmada por Washington. El vicepresidente estadounidense, James David Vance, declaró a Fox News que la Casa Blanca está considerando la venta de estos misiles a países europeos, facilitando su posterior transferencia a Ucrania. Sin embargo, Vance aclaró que la "determinación final" recae en el presidente Trump.
Luz verde a ataques de largo alcance
Paralelamente, un representante clave de la administración de Trump sugirió que el presidente ya no se opone a que Kyiv utilice armamento de largo alcance para golpear objetivos dentro de Rusia.
Keith Kellogg, representante especial del presidente para Ucrania, indicó que la postura de Trump es permisiva ante este tipo de ataques. Al ser cuestionado sobre si el mandatario permitiría a Ucrania realizar ofensivas de largo alcance contra territorio ruso, Kellogg respondió: "Creo que si leen lo que dijo él [Trump], y lo que dijeron el vicepresidente Vance y el secretario Rubio, la respuesta es sí".
Esta revelación marca un cambio potencial en la política estadounidense de no fomentar ataques directos en suelo ruso, intensificando la preocupación por una mayor escalada del conflicto.