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México.- La elección de Ernestina Godoy como nueva Fiscal General de la República difícilmente sorprendió a alguien. Desde que la terna llegó al Senado, el desenlace parecía escrito: Godoy no solo era la aspirante de mayor peso político, sino también la figura de mayor confianza para la presidenta. El pleno solo completó el guion.
Con 97 votos a favor, frente a 19 en contra y 11 nulos, el Senado dio luz verde a un nombramiento que se procesó con inusual celeridad. La declaración de “urgente resolución”, aprobada esa misma mañana, abrió paso a un debate comprimido en un solo día y a comparecencias relámpago que difícilmente permitieron contrastar a fondo a las otras candidatas de la terna: Luz María Zarza y Maribel Bojorges.
Lo urgente, al parecer, era confirmar lo ya decidido.
Respaldada por Morena, el PVEM y el PT, Godoy llegó a la tribuna con un discurso que buscó enviar mensajes tranquilizadores: no habrá persecución política, no se fabricarán culpables, la coordinación no implica subordinación. Afirmaciones que, aunque necesarias, no disipan la principal inquietud planteada por la oposición: ¿puede una ex consejera jurídica de la Presidencia encabezar de manera plenamente autónoma a la institución encargada de investigar al propio Ejecutivo?
PAN y PRI insistieron en ese punto. Desde sus curules advirtieron que la independencia de la Fiscalía podría diluirse bajo un liderazgo tan cercano al poder presidencial. Pero la mayoría legislativa cerró filas: para Ignacio Mier, vicecoordinador de Morena, la autonomía no exige distancia sino “cooperación institucional”.
La narrativa oficial fue clara: experiencia, temple y capacidad para trabajar en conjunto con el gabinete de seguridad y los gobiernos estatales. La narrativa política también: la apuesta del gobierno por una fiscal leal y alineada.
Godoy, quien antes encabezó la Fiscalía capitalina, rindió protesta entre aplausos y discursos celebratorios. Se subrayó que es la primera mujer en dirigir la FGR —un hito importante, aunque no del todo inédito si se considera a Marisela Morales al frente de la PGR antes de la reforma—.
"No fabricar culpables"
Pero más allá de los símbolos, lo que quedó en evidencia fue la fuerza de una mayoría que no solo controló los tiempos, sino que cuidó que nada se saliera del carril. El proceso avanzó sin sorpresas, sin contratiempos y sin espacio real para que la terna compitiera en condiciones equivalentes.
Con un mandato de nueve años, Godoy asume una de las responsabilidades más sensibles del Estado mexicano con la promesa de combatir la impunidad “desde las causas” y sin fabricar culpables. Lo que no quedó claro es si podrá —o si le permitirán— ejercer esa misión con independencia plena en un entorno donde su cercanía con el poder fue, desde el inicio, su mayor fortaleza… y su mayor cuestionamiento.
En la política mexicana, las designaciones rara vez son asunto del azar. Y esta, como tantas otras, se jugó con cartas marcadas. La diferencia es que esta vez nadie se tomó la molestia de ocultarlo.

