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El trastorno disfórico premenstrual, sin estrategias claras de tratamiento

Es una grave dolencia olvidada por la medicina. Casi un 8 % de las mujeres, experimentan graves episodios de ansiedad y depresión.

Es un trastorno “muy grave”.

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Entre un 20 y un 50 % de las personas que menstrúan sufren síndrome premenstrual. Esto es que, antes de la regla, experimentan irritabilidad, fatiga, dolores musculares, entre otros muchos síntomas. Pero algunas de ellas, tienen signos mucho más graves, llegando a aparecer depresión y ansiedad. Es el llamado trastorno disfórico premenstrual.

Es una dolencia muy poco estudiada, cuenta a SINC Miriam Al Adib, ginecóloga y divulgadora. De hecho, hasta 2019 no fue reconocido por la Organización Mundial de la Salud. Y tampoco se tienen datos definitivos de su prevalencia, aunque se estima que afecta entre el 3 y el 8 % de las mujeres en edad fértil, según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia.

Pero Al Adib destaca que es un trastorno “muy grave”. “Las pacientes tienen síntomas de ansiedad, depresión mayor, crisis de pánico, crisis de ira e incluso ideas suicidas”, dice la ginecóloga. Por ejemplo, un estudio reciente realizado en Suecia indicó que las mujeres que padecen trastornos premenstruales diagnosticados antes de los 25 años presentan un riesgo más alto de mortalidad por todas las causas y de muerte por suicidio.

Lo que diferencia a este trastorno de otras dolencias es que los síntomas desaparecen en el momento de la menstruación. “Empecé a notar que a partir de los días 15 y 16 del ciclo tenía una bajada emocional muy fuerte”, cuenta una de las pacientes de Al Adib en una entrevista en su cuenta de Instagram. Según relata, durante este tiempo sufría insomnio y síntomas de depresión. “Luego me bajaba la regla y se acababa todo. Pero al mes siguiente volvía a pasar”, añade.

Subestimación de su gravedad

Este carácter cíclico, combinando episodios de bienestar en la ovulación y depresión antes de la menstruación, hace que muchas veces se desprecie su gravedad.

Diana Sánchez, psicóloga y sexóloga del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, ha trabajado con personas que sufren este trastorno y subraya la frustración de las pacientes para tener un diagnóstico.

“Se sienten muy poco escuchadas. Cuando iban a atención primaria, les decían que no pasaba nada, que era cíclico y que tenía poca solución”, cuenta la psicóloga a SINC. “Ellas me transmiten que sienten mucha impotencia y frustración ante algo que a ellas le imposibilita tener una vida normal y casi nadie se toma en serio”, dice. Y añade: “como muchas cosas que nos ocurren a las mujeres, se ha normalizado algo que no es tal”.

Pero precisamente este carácter recurrente es también la clave para diagnosticarlo. “Hasta hace poco, yo no estaba familiarizada con este trastorno. Por eso al principio me costaba tanto diagnosticarlo, porque no encontraba un detonante para el comportamiento que sufrían las pacientes”, señala. Hasta que empezó a fijarse en que, en ciertos casos, estos episodios ocurrían todos los meses unos diez días antes de la menstruación.

Tampoco se saben bien sus causas, lo que hace que los especialistas solo puedan basarse en la sintomatología clínica para diagnosticar. Así, una revisión de estudios publicada en 2023 en Neuroscience & Biobehavioral Reviews subraya que existen muchos factores que rodean a este trastorno, entre ellos una carga genética, pero no están todos caracterizados. Los autores sugieren que un factor clave es una respuesta anómala del cerebro a las fluctuaciones de las hormonas sexuales.

El papel de la progesterona

La ginecóloga Miriam Al Adib señala que “lo que sí se sabe es que detrás de esto hay un déficit en la acción de la progesterona”, explica Al Adib.

En el ciclo menstrual existen dos fases principales, donde suben y bajan hormonas y tienen efectos por todo el cuerpo. En la primera fase, de la regla a la ovulación, hay un predominio de estrógenos, que activan la actividad neural y el sistema inmunológico, entre otras cosas. En la segunda, predomina la progesterona.

“Este baile hormonal tiene como objetivo preparar el cuerpo para el embarazo. La progesterona, la hormona progestación, baja la vigilancia inmunológica y activa el sistema GABA del cerebro, que es el que nos da calma y tranquilidad”, señala la ginecóloga.

Pero si hay algún desajuste en el eje de acción de estas hormonas, la progesterona será la que primero se quede atrás. “Si el cuerpo no está preparado para el embarazo, ya sea por estrés u otra razón, la primera hormona que se va a recortar es la progesterona. Y, en lugar de activar el sistema GABA y estar más tranquilas, se está más irritable”, explica Al Adib.

La ginecóloga puntualiza que otra de las hipótesis es que la culpa no sea de un déficit de progesterona, sino de un mal funcionamiento de los receptores de estas hormonas en el organismo. Pero, de nuevo, las causas están por resolver.

Falta de tratamientos claros

Tampoco hay una terapia clara, por una falta de estudios, y cada paciente responde de forma distinta. Al tratarse de un problema con base hormonal, uno de los primeros tratamientos que se recomiendan son los contraceptivos, que han demostrado efectividad en algunas pacientes, como muestra un ensayo de 2011 publicado en la revista Contraception y otro en 2008 en The Journal of Reproductive Medicine.

Otra de las terapias principales son los antidepresivos, bloqueadores de la recaptación de la serotonina, administrándolos dos semanas antes de la menstruación. Una revisión de estudios publicada en 2024 en la biblioteca Cochrane llegó a la conclusión de que “probablemente” reducen los síntomas en personas con síndrome premenstrual y trastorno disfórico premenstrual. Aunque los autores subrayan un aumento del riesgo de efectos adversos, entre los que se incluye la ansiedad y la ideación suicida, especialmente si se interrumpe el tratamiento de forma brusca.

“En realidad es como un parche. Este tratamiento te condiciona a tomártelos durante toda tu vida reproductiva”, señala la psicóloga Diana Sánchez. Otro tratamiento que se está investigando en algunos centros, entre ellos el de Al Adib, es la administración de progesterona natural intravaginal, que ya se receta para el síndrome premenstrual.

Sánchez apunta que también se recomienda “un poco lo de siempre, llevar un estilo de vida saludable: buena alimentación, hacer ejercicio, suprimir el consumo de alcohol y cafeína”, porque también mejoran la ansiedad y la depresión. Esto mejora la calidad de algunas pacientes, pero en otras no es suficiente.

También señala la terapia psicológica como “otra de las patas del tratamiento”. “Sin una vida saludable y terapia, la medicación sola no va a funcionar”, apunta.

Tanto Sánchez como Al Adib coinciden en que no existe una fórmula perfecta de tratamiento. Y advierten que, si no se amplía el conocimiento sobre esta dolencia, seguirá así. Lo que está en juego es la calidad de vida de, al menos, un 3 % de las mujeres.

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