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El retorno de la Doctrina Monroe: Trump redefine su Seguridad Nacional con amenazas apocalípticas y ambiciones hegemónicas

La estrategia reordena la política global de Washington desde una retórica de invasión, declive y confrontación.

Trump, amenaza global.

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Washington.- El gobierno de Donald Trump publicó una nueva Estrategia Nacional de Seguridad que, más que un diagnóstico del mundo contemporáneo, parece un manifiesto de restauración imperial. El texto no se limita a redefinir prioridades: reconstruye la política exterior estadounidense bajo los pilares del miedo demográfico, la competencia civilizatoria y la reafirmación del control hemisférico.

El documento anuncia, sin matices, que Europa se encamina hacia la “desaparición de la civilización”, un juicio cargado de dramatismo que Washington atribuye a la pérdida de peso económico del continente y a su apertura migratoria. La estrategia incluso declara que Estados Unidos apoyará a movimientos políticos dentro de los propios países europeos que se opongan a los valores de la Unión Europea, una injerencia abierta que Berlín respondió rechazando “consejos externos”.

En el corazón de la nueva directriz está la reinterpretación de la Doctrina Monroe, ahora renombrada por la administración como un “Corolario Trump”. Su objetivo: blindar el hemisferio occidental de cualquier influencia no estadounidense. De ahí deriva su promesa de restaurar la hegemonía de Washington en América Latina, ya sea mediante operaciones contra “narcolanchas”, presiones para un cambio de régimen en Venezuela o la mención explícita de intereses estratégicos como el Canal de Panamá.

El documento también declara el fin de las “migraciones masivas”, a las que equipara con “invasiones”, y convierte el cierre de fronteras en piedra angular de la seguridad nacional. La narrativa mezcla terrorismo, narcotráfico, espionaje y trata de personas, elevando la movilidad global a amenaza existencial.

Europa es señalada por su “debilidad”, mientras la estrategia llama a frenar la idea de que la OTAN puede expandirse sin límite. Esta postura coincide con los esfuerzos de Trump por forzar una salida negociada al conflicto en Ucrania favorable a los intereses de Rusia, en un giro que reconfigura el equilibrio de poder atlántico.

En contraste con la retórica apocalíptica sobre Europa y América Latina, Asia recibe un tratamiento más pragmático. China sigue siendo identificada como el principal competidor, pero el documento prioriza la dimensión económica antes que la militar. Sobre Taiwán, el texto respalda el statu quo, aunque presiona a Japón y Corea del Sur para que asuman mayor responsabilidad en la defensa regional.

Oriente Medio, por décadas epicentro de la política exterior estadounidense, queda relegado a un segundo plano. Impulsado por el auge energético doméstico, el documento describe la región como espacio de “asociación y amistad”, con la única excepción de la seguridad de Israel, que continúa como prioridad permanente.

El resultado es una estrategia de seguridad que reconfigura el mapa político global desde una visión profundamente ideológica: el mundo como amenaza, los aliados como débiles o desviados, y América Latina como territorio a reconquistar. Un documento que, más que clarificar la visión estadounidense, revela los temores y nostalgias de una administración que entiende la hegemonía no como cooperación, sino como restauración de un orden perdido.

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