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Hay notas que no quisiera escribir, hay palabras que no quisiera pronunciar. Pero alguien dijo que "lo que no se nombra no existe". Las desapariciones forzadas en México son una asignatura pendiente, dolorosamente pendiente. Así como al genocidio hay que llamarle genocidio en Gaza, al dolor por las desapariciones forzadas hay que llamarlo por su nombre: Madres Buscadoras.
Existen diversos colectivos a lo largo y ancho de nuestro país donde mujeres (y también algunos hombres) se unen a través del común denominador del dolor, a veces, este se profundiza ya que en muchas ocasiones son revictimizados por las distintas instituciones de gobierno, medios de comunicación e incluso el crimen organizado, que las amedrenta para que detengan las búsquedas. Lamentablemente, el flagelo de la desaparición forzada se recrudece: siguen apareciendo fosas y 'campos de exterminio'. Esta abominable realidad adquiere tintes de horror (por si no fuera suficiente), los perpetradores han desarrollado técnicas para desaparecer víctimas que superan a la ciencia ficción.
Según datos oficiales de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) y del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), en los primeros seis meses del 2025 hay más de 15 mil reportes de desapariciones. Y más de 126 mil desaparecidos (no encontrados), desde 1952 a estas fechas.
Hay ciertos avances en esta administración como los esfuerzos para fortalecer la Comisión Nacional de Búsqueda, se han propuesto reformas legales para homologar datos personales que faciliten la identificación, y el trabajo en la creación de una plataforma de identificación humana. En algunas entidades, como Jalisco, se ha establecido la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas (FEMPD). El gobierno también ha recibido sugerencias de colectivos de madres buscadoras y familiares, a través de la Secretaría de Gobernación, para búsqueda, identificación forense, plataformas de datos, bienestar y prevención.
Pese a esto, todo sigue siendo insuficiente frente a la magnitud de la crisis, el trato inhumano a los familiares de víctimas por parte de ministerios públicos, agentes y servidores del ámbito judicial, lo vuelven un verdadero viacrucis. Particularmente es dolorosa la indiferencia de grandes segmentos de la sociedad y de algunos gobiernos estatales. Es vergonzoso que haya estados que no ejerzan el presupuesto para buscar a las víctimas, y que maltraten o amenacen a los grupos de madres buscadoras con el afán de no quedar mal ante la opinión pública. Otro problema grave radica en el manejo del tema de manera indiscriminada para el golpeteo político, sin importar el sufrimiento de las familias. Esto refleja un problema de ética periodística y de ética política.
Las cifras oficiales están ahí, frías. Y el vecino del norte, como buitre que es, también utiliza el tema para sacar raja geopolítica. Sus medios sensacionalistas emplean esta información, mezclándola con informes sobre la violencia del crimen organizado, para amenazar y someter a la opinión pública dentro de nuestro país con el fantasma del intervencionismo (ya sea político o militar). Es lamentable que el dolor sea un botín político. Bertolt Brecht decía: "Quien no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ése es un criminal". Yo añadiría: ...y el que la utiliza en su beneficio político es un monstruo (en lo correspondiente a esta verdad).
Cerraré diciendo que esta terrible situación no es exclusiva de nuestro país. Sudamérica ha sido una de las regiones más afectadas por el flagelo de la desaparición forzada: Chile, Argentina, Uruguay, Colombia. Prácticamente todos nuestros hermanos del sur lo han padecido. Pero este mal salta también a otros continentes: África, Europa del Este, Asia, etcétera. Casualidad o no, nuestro Sur Global. Y esto me lleva a una reflexión obligada: ¿Quién se beneficia con el miedo? ¿Quién se beneficia de la desestabilización de un país por la tragedia? No son preguntas descabelladas; hay responsabilidades que se deben asumir, y también hay indicios de quiénes son los beneficiados directos e indirectos del horror, le invito a que lo piense.