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Por: Eduardo Serna
Hoy tomamos una licencia: escribiremos ficción. No es lo habitual en una columna de opinión en un medio serio, pero hagamos el experimento.
Imaginemos un país con un gobierno de apoyo mayoritario, que accedió al poder por la vía democrática; este gobierno se plantea en los términos posibles defender su soberanía.
Ese país existe en un planeta que llegó a su cúspide civilizatoria no hace mucho, pero que hoy enfrenta un declive general. La naturaleza responde con fenómenos más extremos, resultado de un sistema socioeconómico que sobreexplota los recursos, y esto ocasiona desequilibrios naturales nunca registrados.
El orden político global se fractura. Visiones económicas y políticas opuestas se enfrentan, desatando conflictos por el control de los recursos. Aunque el diagnóstico del problema ecológico es compartido, en lugar de cooperar, las potencias priorizan su supervivencia hegemónica en un reacomodo global despiadado.
Las naciones del norte libran disputas cada vez más intensas por los recursos del sur. Muchas poseen arsenales capaces de extinguir la vida en el planeta al oprimir un botón. En este tablero, se suceden tratados, acuerdos y traiciones, todo en una lucha sin límites, desatando guerras e incluso genocidios.
Las naciones del sur global, fragmentadas y sometidas históricamente, resisten como pueden. Han soportado siglos de injerencias, saqueos y altos costos en vidas; algunas de ellas se entregan sin recato al hegemón, que corrompe a las élites locales para ejecutar golpes blandos, utilizando a los más viles para el trabajo sucio.
El gobierno del país mencionado al inicio sufre una desventaja geográfica clave: está junto al peor de los hegemones, un reino que ha consumido más sangre del sur global que cualquier otro, superando incluso a sus antecesores coloniales. Este vecino opresor introduce agentes desestabilizadores en el territorio, con agendas que trascienden lo diplomático.
Así, en el frío tablero geopolítico, la ficción se materializa en la sangre de una plaza en Uruapan. El asesinato de Carlos Manzo no es un hecho aislado: es la expresión más cruda de esa maquinaria de desestabilización que esta ficción trata de nombrar.
Su muerte a sangre fría es la expresión más tangible de ese agente al servicio del hegemón. El crimen organizado actúa como brazo ejecutor de una lógica superior: un poder parasitario sin ideología, movido por el hambre de control y recursos, es decir, la codicia. Cuando un presidente municipal que resiste es silenciado, no es solo víctima de organizaciones criminales; es una víctima eliminada por un ajedrez que funciona globalizado, un mensaje duro para fracturar la dignidad de un país.
La sombra de una mano etérea, que busca controlar, se proyecta sobre México. Corrompe, fragmenta y, cuando es necesario, asesina. La bala que mató a Manzo fue disparada por un sicario, pero es guiada por la lógica de un sistema que se le facilita operar desde territorios saqueados y gobiernos débiles y sometidos. Esta es la realidad que la ficción revela: una guerra librada en plazas públicas y en los medios que intoxican esa misma "realidad" para desestabilizar, y donde la democracia es acribillada a plena luz del día.
Por encima de todo, se alza esa mano, esa estructura de poder descentralizada y parasitaria, sin ideología; la legalidad del mundo le es ajena, controla la riqueza global desde las sombras. Es la codicia en estado puro.
El crimen contra Carlos Manzo en Uruapan no fue un hecho aislado, sino un golpe en el tablero nacional, para sacudir y tumbar piezas. Es la materialización de una lógica desestabilizadora que se nutre de realidades concretas. Esta lógica opera en territorios como Michoacán y Guerrero, históricamente marcados por la producción de amapola (que alimentó la crisis de opioides en Estados Unidos) y que durante esa transacción de sangre sembró,y que siembra el terror. También está la disputa por sus recursos minerales, mismos que el crimen organizado intenta controlar como brazo ejecutor de esa mano que prefiere territorios saqueados y gobiernos fracturados para disponer de ellos.
La ficción que les expongo no es entretenida; es cruel se alimenta de las verdades que revelan a las distintas fuerzas, que les es muy conveniente un país en caos. Como siempre, les invito a reflexionar y tomar acción.