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Ciudad de México.- Considerado por muchos científicos como el elemento más raro del planeta, el astatino vuelve a llamar la atención no por su escasez extrema, sino por el inesperado papel que podría desempeñar en tratamientos médicos de alta precisión. El astatino es tan inusual que, de acuerdo con estimaciones científicas, en toda la corteza terrestre existen apenas alrededor de 0.07 gramos en un momento dado, distribuidos de forma natural y efímera. No tiene isótopos estables y su propio nombre proviene del griego astatos, que significa “inestable”.
Descubierto por primera vez en 1940 en la Universidad de California en Berkeley, el astatino solo puede encontrarse en la naturaleza como resultado del decaimiento del uranio. Su extrema rareza ha llevado a que se le conozca como “el elemento más raro de la Tierra”. A pesar de ello, versiones artificiales como el astatino-211 pueden producirse en aceleradores de partículas llamados ciclotrones, lo que ha abierto la puerta a su estudio y uso controlado.
El interés científico en el astatino-211 radica en una propiedad poco común: emite exclusivamente partículas alfa durante su desintegración. Este tipo de radiación tiene un alcance muy corto, pero una gran capacidad de daño a nivel celular, lo que lo convierte en un candidato atractivo para terapias médicas altamente dirigidas. Además, su vida media es de apenas 7.2 horas, lo que significa que la mayor parte de su radiactividad desaparece en menos de dos días, reduciendo la exposición prolongada.
Aunque suena contradictorio que el elemento más raro del mundo tenga aplicaciones prácticas, el astatino-211 ya ha sido probado en seres humanos desde la década de 1950. Los primeros estudios exploraron su comportamiento en la glándula tiroides, aprovechando su similitud química con el yodo. Décadas más tarde, volvió a utilizarse de manera experimental en tratamientos contra distintos tipos de cáncer, siempre en contextos clínicos controlados y de alcance limitado.
Hasta ahora, los ensayos realizados han sido pequeños y se han centrado principalmente en evaluar la seguridad del uso del astatino-211 más que su eficacia definitiva. Sin embargo, los resultados han mostrado que puede concentrarse en tejidos específicos y liberar dosis muy altas de energía en zonas muy localizadas, una característica poco común entre los elementos conocidos.
Paradójicamente, lo que hace único al astatino —su inestabilidad y su casi inexistencia en la naturaleza— es lo mismo que lo ha convertido en un objeto de interés científico. Un elemento que casi nadie ha visto, que prácticamente no existe fuera de los laboratorios, y que aun así podría tener un impacto desproporcionado en la medicina moderna.