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Acapulco, Guerrero .— El 25 de octubre de 2023, cuando el huracán Otis tocó tierra en Acapulco con vientos de 260 kilómetros por hora, se convirtió en el ciclón más devastador en la historia del Pacífico mexicano. A dos años de la catástrofe que dejó al menos 52 muertos, 32 desaparecidos y daños económicos estimados entre 12 y 16 mil millones de dólares, un informe técnico del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos revela datos científicos que dimensionan la magnitud de un fenómeno que desafió todos los modelos de predicción meteorológica.

1. Intensificación récord en tiempo récord
Otis se fortaleció de tormenta tropical a huracán categoría 5 en apenas 21 horas, alcanzando vientos máximos sostenidos de 270 kilómetros por hora. Este proceso, conocido como intensificación rápida, ocurrió a una velocidad de 165 kilómetros por hora de incremento en menos de un día. Solo el huracán Patricia en 2015 registró un fortalecimiento más acelerado en el Pacífico oriental, con 195 kilómetros por hora en 24 horas. La velocidad de Otis equivale a pasar de una tormenta moderada a un monstruo meteorológico en el tiempo que toma un vuelo de Guadalajara a Acapulco.
2. El error más grande de pronóstico en una década
Las proyecciones de intensidad del Centro Nacional de Huracanes fallaron estrepitosamente. Los modelos meteorológicos globales, incluyendo los sistemas estadounidense (GFS) y europeo (ECMWF), subestimaron la fuerza de Otis hasta 48 horas antes del impacto. Algunos modelos pronosticaban incluso que el sistema se disiparía. El error de pronóstico a 48 horas fue el más grande registrado en la cuenca del Pacífico desde Patricia, ocho años antes. Prácticamente todos los modelos de predicción resultaron ineficaces, con errores que superaron ampliamente los promedios de los últimos cinco años.
3. Agua excepcionalmente caliente: el combustible perfecto
Otis encontró su fuente de energía en aguas superficiales con temperaturas de 30 a 31 grados Celsius frente a las costas de Guerrero, entre 1 y 2 grados por encima del promedio para octubre. Esta anomalía térmica, combinada con vientos cortantes débiles en altura y un núcleo interno bien definido, creó las condiciones ideales para la explosiva intensificación. Los datos satelitales muestran que la temperatura del ojo del huracán aumentó rápidamente, mientras que las nubes circundantes alcanzaron temperaturas de -75 a -80 grados Celsius, indicadores de convección extrema.

4. Presión atmosférica comparable a los huracanes más violentos
El centro de Otis registró una presión mínima de 922 milibares, un valor que lo coloca entre los huracanes más intensos jamás observados en el Pacífico oriental. Para contexto, la presión atmosférica normal a nivel del mar es de 1013 milibares; mientras más baja la presión, más violento el ciclón. Esta caída extrema ocurrió en menos de 12 horas, con mediciones de aviones de reconocimiento que documentaron descensos de 10 milibares en apenas 85 minutos.
5. Vientos de 330 km/h: lo que los instrumentos capturaron
La estación del Puerto de Acapulco registró ráfagas de 330 kilómetros por hora a las 06:40 horas del 25 de octubre, con vientos sostenidos de 183 kilómetros por hora. En Isla Roqueta, los instrumentos midieron ráfagas de 215 kilómetros por hora. Estas velocidades superan las de un auto de Fórmula 1 en recta y explican la devastación estructural observada en edificios de concreto. Los datos de radar satelital SAR, una tecnología de medición remota, confirmaron vientos superiores a 237 kilómetros por hora horas antes del impacto.

6. Tamaño compacto: huracán pequeño pero letal
Otis era un ciclón de dimensiones reducidas, con un ojo de apenas 18 kilómetros de diámetro en su máxima intensidad. Esta característica dificultó su monitoreo y explicó parcialmente por qué los modelos lo subestimaron. Los huracanes compactos pueden intensificarse más rápidamente que los grandes, pero también son más difíciles de predecir porque pequeños cambios ambientales producen efectos desproporcionados. El tamaño reducido también significa que la zona de vientos catastróficos fue geográficamente limitada pero extremadamente destructiva.
7. Tecnología insuficiente sobre el océano
La ausencia de observaciones directas sobre el Pacífico oriental limitó la capacidad de los meteorólogos para detectar la intensificación. Un avión de reconocimiento de la Fuerza Aérea estadounidense voló hacia Otis el 24 de octubre, confirmando que el huracán era mucho más fuerte de lo que indicaban los satélites, pero para entonces la intensificación ya estaba en curso. Los datos llegaron con menos de 12 horas de anticipación al impacto. La última medición aérea se realizó a las 18:00 horas del 24 de octubre; seis horas después, Otis alcanzó su máxima intensidad.
El informe técnico del Centro Nacional de Huracanes concluye que la intensificación extrema de Otis será objeto de investigación científica durante años. Para Acapulco, estos datos no solo explican la magnitud de la destrucción, sino que evidencian las limitaciones actuales de la ciencia para anticipar fenómenos meteorológicos de rápida evolución, un desafío que cobra relevancia frente al cambio climático.